CAUTIVA EN SAN PEDRO


Irma Barquet

Era, supuestamente, una pareja de enamorados. Ella tenía mucha ilusión de que su relación sentimental trascendiera cuando ambos se convirtieran en compañeros de vida, de sus propios proyectos.

Cuando llegó a la ciudad de San Pedro, ubicada en un país lejano. Es una de las ciudades principales, por lo que ofrece a sus habitantes y turistas… Él estaba ahí, en el aeropuerto, justo en la sala de espera para recibirla.

La finalidad primordial era conocer la ciudad, ya que los planes estaban orientados a hacerla su lugar de residencia, además de pasar la Navidad y conocer a la futura familia política.

Después de una recepción muy efusiva, abordaron un auto compacto, del año, en dirección al departamento donde él vivía. La actitud expectante de ella, hizo que todos sus sentidos estuvieran puestos en lo que vería y lo que viviría en esos días de festividades.

Llegaron. Después de subir dos niveles por las escaleras, él abrió la puerta, al tiempo que le dijo: “Bienvenida a tu casa…”. Palabras que guardó en lo profundo de su corazón (para siempre) y ambos de introdujeron.

El mobiliario era sumamente precario, al grado de tener unas cajas de cartón simulando mesa de centro y mesas de servicio, en la sala, cuyos muebles era tipo mexicano, de madera, con cojines. En el área del comedor, había una mesa y cuatro sillas, muebles que se utilizan en antecomedor. Dos recámaras con una cama tamaño matrimonial en cada una.

“En lo que te instalas, voy por unas cosas y regreso”, le dijo. “Te pido que solo utilices esta recámara, porque la otra es de mi madre y no le gusta que entremos”. Cuando salió del departamento, se oyó el cerrojo que daba vuelta para dejar bien cerrada la puerta… cerradura que, tanto para abrir como para cerrar, se hacía con su respectiva llave… Se dio cuenta de que se encontraba sola y encerrada.

Posteriormente a disponer su equipaje en los lugares indicados, se quedó sentada en la sala… quieta… todo estaba en silencio… sólo recorría visualmente el lugar. Estaba muy iluminado por la luz natural que penetraba por las ventanas desprovistas de cortinas o persianas.

Él tardó… los minutos eran más extensos que las horas que burlan el paso de los sueños, el reloj avanza tan lentamente que esconde un anhelo súbito de estar en otra parte…

Era día 24, les estaría esperando el festejo de Noche Buena, con una mesa pletórica de las delicias propias de la temporada… rodeada de personas, aunque desconocidas, prometían todo tipo de parabienes y calidez… Ya caía el ocaso.

La espera y el aburrimiento, además de la sensación de encierro, se exacerbaban… de repente, el ruido del cerrojo provocó que su corazón se acelerara, no sabía si era la ilusión de la presencia del ser amado o el susto de lo sorpresivo… “Te tengo malas noticias…”, dijo con expresión de tristeza en su rostro. “Mi padre se encuentra indispuesto y te envía, por mi conducto, una amplia disculpa porque no habrá celebración, pero traje esto”, mostró un guiso y una botella de vino tinto, “para que festejemos tú y yo, aquí solitos”.

Hasta cierto punto era un plan alentador, definitivamente mucho mejor que lo que representó la vivencia de unos momentos antes, por lo que dejó escapar una leve sonrisa, aunque su mirada era de desolación, por la sensación de rechazo.

Entre los dos prepararon todo para celebrar juntos la Noche Buena…

Se percibía la algarabía de personas en plena fiesta, además de los cohetes y en la lejanía, el sonido de algo semejante a detonaciones de armas de fuego, que provenía del exterior.

Pasada la media noche, el cuento de “voy por unas cosas y regreso” se volvió a escuchar. Ella se quedó estoicamente.

Sin poder evitarlo, empezó a registrar “su casa”. Abrió anaqueles de la cocina en los que solo había mucho menos de lo indispensable para sobrevivir al hambre. Se encaminó a la recámara en donde se instaló y al recorrer las puertas del clóset se percató de que estaba vacío.

La supuesta recámara de la madre de su enamorado exhibía sobre los precarios muebles, fotografías en las que aparecía él con una mujer y un niño. El clóset también estaba completamente vacío.

Una inquietud se apoderó de su mente y de su corazón… se sintió engañada… Era imposible salir de ahí, así que, entrada la madrugada, cuando su amado regresó, le propuso salir en cuanto la mañana se los permitiera. Pasaron juntos lo que quedaba de la noche.

Al día siguiente, antes de que la cerradura trabara la puerta, salieron juntos rumbo al aeropuerto, a tomar el avión de regreso.

Acomodada en un asiento que daba a la ventanilla, desde el avión pudo ver cómo alejarse de ese lugar que sólo le brindó desasosiego, le representó calma y tranquilidad, a tal grado que, con una profunda respiración agradeció la posibilidad de liberarse para dejar de ser una cautiva en San Pedro.



Comentarios

  1. Hola Dra. Irmita, Como siempre muy interesante relato, te felicito y continua con esta actividad de escribir, lo haces muy bien
    Saludos cordiales

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  2. Ya me estaba emocionando la novela de suspenso cuando la subes al avión, y todo terminó. Buen trabajo

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