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Mostrando las entradas de agosto, 2022

ABUELOS

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  Irma Barquet Hoy, en México se celebra el día de los abuelos, día 28 de agosto que también se conmemora a San Agustín de Hipona, para el mundo católico. San Agustín nació en algún lugar de África y era hijo de Patricio y Mónica, a quien canonizaron posteriormente. Este santo llevó una vida sumamente disipada. Gozaba de grandes capacidades intelectuales que le facilitó el acercamiento al conocimiento, era un excelente orador y se desempeñó como maestro; escribió obras notables: Soliloquio, Confesiones, La ciudad de Dios… Fue sacerdote y escaló en la jerarquía eclesiástica. Su filosofía es notable orientada al amor y al esfuerzo del alma, lo que conduce a la sabiduría y hacia la verdad. Se considera patrono y protector de los abuelos. Los abuelos son la raíz indestructible de nuestra genealogía. Representan nuestro origen, tienen un papel muy importante en nuestras familias. Prodigan amor, enseñanzas y protección… siempre sale de sus labios el sabio y maravilloso consejo, envuelt

LOS LIBROS

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Irma Barquet Hace poco, antes de la pandemia, presidí la inauguración de un congreso de una asociación de bibliotecarios y en el mensaje que dirigí a los asistentes, mencioné que una biblioteca era como una agencia de viajes, ya que los libros fomentan en sus lectores emprender grandes travesías en lugares y tiempos muy diversos y muy ricos (de riqueza y de ricura), parece que me quedé corta, ya que abren muchas posibilidades para quien lo tiene en sus manos y se nutre con su contenido. Su presentación impresa (es mi favorita) activan nuestros sentidos al percibir el aroma de la tinta, la textura de las hojas, el contraste del blanco con el negro, el colorido y las formas de las ilustraciones (cuando las tienen). En su conjunto, las letras dan la impresión de trazos perfectos que, al mismo tiempo, engañan la vista con líneas y espacios. Cada punto y cada coma obligan a hacer las pausas inevitables que propician una cadenciosa entonación, esas tildes que hacen énfasis y dan sentido

DE LA COMPAÑÍA DE LUZ

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  Irma Barquet   Sucedió en la Ciudad de México, cuando era Distrito Federal y existía la Compañía de Luz y Fuerza de Centro, así que… ya llovió… Dicha empresa producía y distribuía energía eléctrica a la ciudad mencionada y a otros estados aledaños de la República Mexicana. Tenía poco tiempo que habían determinado, los grandes penachos, o sea los jefazos, un nuevo requisito para que los colaboradores pudieran ingresar a las oficinas: portar la credencial que los identificaba como parte integrante de dicha entidad. Memo, que aparecía en la nómina de esa organización desde hacía muchos años, llegó un día a trabajar, como siempre, ataviado con el consabido tacuche, de acuerdo con los códigos de vestimenta, cuidando el horario, cuando en la puerta de entrada, el vigilante lo detuvo pues no traía su identificación. “Muéstreme su credencial, por favor”, le dijo el guardián del orden, a lo que respondió, con un gesto de sorpresa: “Se me olvidó”. “Pues no puede entrar”, increpó el g