MASCARITA
Irma Barquet
El mes pasado, hace apenas unos
días, fuimos a una librería con el afán de elegir algunos títulos para hacer
regalos a personas muy cercanas, mientras tanto, curioseaba por el local,
inspeccionaba las novedades, los ejemplares que formaban parte de las diversas
clasificaciones de acuerdo con los contenidos, cuando de repente, se me
atravesó, literalmente, el volumen de una novela escrita por mi autor favorito,
lo que me hizo cometer la felonía de quererlo con todas mis fuerzas, mi corazón
y mi cerebro.
Se trata del libro El hablador, que
versa sobre los grupos étnicos ubicados en la Amazonía peruana, escrito por
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura en 2010.
Avanzo en la lectura de la
historia y en uno de los capítulos iniciales, se describe un personaje que llama
poderosamente mi atención: Saúl Zuratas. Individuo joven, de ascendencia judía,
compañero de clase del narrador de la novela, estudiante de Derecho y de Etnología
en la Universidad de San Marcos, en la capital del Perú.
Una de las características
físicas de Saúl es un lunar oscuro, venoso, su marca de nacimiento, abarca toda
la parte derecha de su rostro, incluso su oreja y labios, que lo hace ser “el
muchacho más feo del mundo” ante los ojos de los demás y acreedor al mote
Mascarita. Pelirrojo, de cabello desparpajado. Buena persona, muy sencillo,
simpático, de buen corazón, sensible, atributos que le permiten desarrollar un
mecanismo de defensa ante la crítica de las personas que lo ven [que no lo
conocen], y pueden hacer escarnio de su apariencia. Fanático de Kafka.
La Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, ubicada en Lima, Perú, data del siglo XVI, en cuyo origen fue
considerada Real y Pontificia. Vargas Llosa en 2010, se expresa de esta casa de
estudios como: "San Marcos es una institución antigua, como decía
Arguedas, la antigüedad es un valor, y pues uno de los valores peruanos es esta
universidad, la más antigua de América..."
Mascarita, oriundo de Talara, residente
en Lima, no era muy religioso ni se ceñía a los cánones del judaísmo, acudía a
la sinagoga y estoicamente permanecía por horas, por darle gusto a su padre,
que respetaba y quería con su corazón. Era huérfano de madre. La recordaba
fervientemente por el apego que tenía con ella, la extrañaba muchísimo.
Su mascota, Gregorio Samsa, era
un loro que repetía sin cesar ciertas frases que aprendió en la convivencia con
su dueño.
Mascarita, admirador acérrimo de
los grupos étnicos de la zona amazónica de Perú, más allá de su perspectiva
profesional o intelectual, tenía un especial interés que despertó en él desde
temprana edad. Aquellos lugares inhóspitos en los que solía pasar largas
temporadas vacacionales de verano, que aprendió a amar y a respetar a través de
adentrarse en la cultura de esos pueblos, sus costumbres, su cosmogonía, su
lengua.
Los viajes que emprendía a la
selva, por cualquier medio que tuviera a la mano, exaltaban sus emociones y su
inclinación por profundizar en el estilo de vida de aquellas etnias. Toparse
con ciertas personas que le permitían vivir la cultura, hicieron que poco a
poco la comprendiera, sentía un enorme respeto hacia la Amazonía peruana con la
selva que la distingue. Indudablemente es un personaje interesante, sensible
ante la intención de ciertas instituciones en transformar las condiciones de la
gente, de su entorno y de sus tradiciones, lo que le parecía que tenía tintes
políticos de desarrollo e industrialización, con los que no comulgaba.
Mascarita nunca se enojaba, considero
que poseía una notable inteligencia emocional, aun cuando no estuviera de
acuerdo con las afirmaciones de sus interlocutores con relación al tema de los
pueblos amazónicos del Perú. Su discurso era verdaderamente convincente pues daba
la impresión que le brotaba de las entrañas, con argumentos sólidos acerca de
la valía de las tribus que había aprendido a conocer, a querer, a defender. Era
apreciado por un maestro -especialmente- que tuvo en la facultad de Etnología
en San Marcos, quien se expresaba muy bien de él, reconocía el trabajo de
investigación que el pelirrojo alumno desarrollaba en la selva que abarca la
geografía peruana, pues el material que conseguía era extremadamente valioso
para los fines de estudio de la zona y los pueblos que habitaban ahí, tema contenido
en su tesis profesional.
Saúl era el orgullo de su padre,
así como de otros maestros que lo acompañaron en su formación universitaria. La
entrega y la pasión que mostraba por el conocimiento y por el estudio eran
fascinantes para todas las personas que lo rodeaban en su quehacer como
estudiante y como graduado, eran motivo de admiración. Sin embargo, él siempre
se mantuvo asentado, sin aspavientos. Gracias a la inclinación ferviente por su
desarrollo profesional, su maestro le consiguió una beca para continuar sus
estudios en Francia que él rechazaría por la sola idea de dejar solo a su padre,
hecho que por sí mismo, habla de la grandeza de sus sentimientos.
Mascarita fue una persona
recordada por sus peculiaridades: su delgadez, esos rojos cabellos que siempre
se dejaban libres al viento y el notorio lunar en la mitad de su rostro, pero
también por la sensibilidad y respeto por los seres humanos de los grupos
sociales en los que se encontraran, así como por quienes, a través de sus
enseñanzas, cristalizó su vocación e hizo relevantes aportaciones etnológicas
de su país.
Todo esto y más, hizo de
Mascarita una persona excepcional.
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YA ME DEJASTE "PICADO", HABRÁ QUE LEER EL LIBRO , SALUDOS.
ResponderBorrarMaravillosa narración Irma, cómo siempre, felicidades por la fluidez de tu narrativa, un abrazo
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