LA HISTORIA DE RUTH



Irma Barquet

Su nombre es Ruth. Cuenta la leyenda que, en tiempos inmemoriales, el libro de Rut, contenido en el antiguo testamento, habla de una mujer que fue modelo de piedad, amabilidad, fidelidad, obediencia y sumisión, entre otras virtudes y que fue la mejor nuera, según Noemí, su suegra… 

Su cara angelical lo dice todo, pues apenas tiene pocos años de edad. Está cargando a una criatura, es una nena, a decir por la cobijita de color rosa que la cubre.

Al hombro porta una gran pañalera, gorda y repleta de cosas; al exterior está un biberón, como cuando los deportistas colocan sus bebidas de hidratación en un compartimento especial en sus mochilas.

Se balancea muy suave y rítmicamente: da un pequeño paso hacia adelante, mientras agita sutilmente sus brazos, con ese mismo movimiento, regresa el paso hacia atrás.

Debe tener, si acaso, 15 añitos de edad y ya está “criando”, como yo dijera de niña cuanto jugaba con mis muñecas… por cierto, qué feo es eso de que a las niñas les regalen muñecas para que las vistan, las alimenten, les cambien el pañal, las bañen, las arrullen… es como el entrenamiento para cumplir su función como madres, pero, cuando salen con “su domingo siete”, las corren de su casa, o las corrían… ya no sé qué aplica.

En su breve experiencia de vida, se entregó al amor en brazos de su amado que solo tenía 16 años de edad. Obvio que el paquete que representaba el embarazo y el nacimiento de la nena fue tremendo para ambos. Tuvieron que enfrentar problemas con sus respectivos padres y madres. “Ahora se harán cargo ustedes… no sé cómo le van a hacer para mantener a esa niña…”, decían desesperados, además de decepcionados por haber cometido tan terrible error.

La expresión facial de Ruth refleja un poco de melancolía… extraña a sus amigas y esa interacción que tenía con ellas de ir a la escuela juntas, cumplir con las tareas, reunirse para estudiar cuando iban a presentar exámenes… irse de “pinta” y vivir el riesgo tan emocionante de no ser descubiertas por las autoridades escolares y familiares.

Ahora su realidad es la maternidad. Es responsable de la crianza de su hija, quizá al lado del papá de la misma. Su dinámica cambió en el momento que decidió (por quién sabe qué razones) vivir la experiencia de la procreación. Seguramente se sentía enamorada y que juntos podrían afrontar cualquier situación: “juntos contra el mundo”… sin embargo, los resultados fueron inimaginables: el embarazo y el nacimiento de su hija, más lo que continúa en esas circunstancias… Pero el papá de su hija tiene que continuar con la escuela. Es imposible que se casen y que se responsabilicen “como Dios manda”, según los cánones sociales y religiosos.

Ruth sigue con su hija en brazos, meciéndola suavemente, con la pañalera al hombro. Al parecer, la nena duerme tranquila…

Solo han pasado algunos minutos, desde que coincidí con Ruth en el andén del transporte colectivo Metro, en la ciudad de México… la verdad, no sé el nombre de la chica, ni su situación… Pero llamó poderosamente mi atención, al grado de hacer en mi mente esta historia en torno a ella…



Comentarios

  1. Cómo tú lo comentas, querida Irma es una de tantas historias que vemos reflejadas día a día, pero también es bueno voltear la página y ver lo opuesto, es bien claro que existen chicas que hoy en día, ven por su interés profesional y lo más importante es que son apoyadas por su nuclen familiar.
    Es de reconocer también a las que lo logran solas.
    Abrazos querida..

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