CRÍA CUERVOS...


Irma Barquet

No alcanzó a ver más allá… a lo lejos todo estaba oscuro y parecía que solo reinaba la calma. Era una realidad que semejaba más a una alucinación como las que se viven cuando se sufren altas fiebres.

El silencio era inquietante inmerso en aquella penumbra. La sensación que tenía era de estar acompañado, vigilado por alguien que le era imposible percibir, pero  que seguramente se trataba de un ente familiarizado con el lugar.

El hombre no podía pensar, aunque pretendía estar en una total conciencia, cargada de imágenes que recreaban pasajes de su infancia.

De pronto, sintió esos pájaros que revoloteaban en su dirección, en aquel escenario lúgubre… Seguro de percibir la cercanía del batir de sus alas, como si esas aves de su niñez se hubieran convertido en grandes monstruos.

Con ansias de salir de ese lugar, el hombre se percató de la presencia de un anciano. Entre la oscuridad, logró ver su rostro, en el que pudo descifrar un gesto adusto que denotaba resentimiento, amargura, pero, además, parecía un cíclope… Su existencia se tornó intolerable.

El hombre pugnaba por salir de ese espantoso y frío lugar, pero tal parecía que su lucha era en vano. Se concentraba en su ardua tarea… su cuerpo transpiraba abundantemente. Se rehusaba a pensar en la criatura de un solo ojo…

El sonido de las aves al batir sus alas continuaba, lo acechaban sin darle tregua… su ser se inundó de un miedo terrible, angustiante, que le impedía tener claridad en su mente para pensar en algo que le permitiera salir de ese lugar.

Caminaba pesadamente, con pasos lentos… su pensamiento estaba con la idea ferviente de llegar a otra parte más segura y a ver la luz del día, del sol.

El cansancio le provocaba desistir de su lucha… un inmenso esfuerzo en el movimiento de sus pies, de su cuerpo, hacía que avanzara lenta pero progresivamente. Su corazón latía en forma agitada, en medio de aquel ambiente atemorizante.

Los pájaros lo seguían y lo vigilaban cada vez más cerca… advirtió, el hombre, que uno se volvió hacia él cuando se posaba sobre algo indefinido. Estaba exactamente frente a su cabeza. Su pico era largo y filoso como la espada que usan los esgrimistas. Parecía una deidad de las culturas antiguas.

Sintió el pico penetrar en su ojo derecho… por un momento consideró que su pupila se defendería, pero el pico continuaba… entraba cruel y dolorosamente mientras percibía un fluido correr por su mejilla. A pesar de esto, el hombre permanecía en la misma posición, con la cabeza erguida pero con un gesto de inmenso dolor.

Al tiempo que sentía la sangre resbalar por su rostro, pensaba en que la misma suerte correría su otro ojo… el pájaro dio un pequeño retroceso, su repugnante pico repitió la operación con el ojo izquierdo del hombre, quien tuvo exactamente las sensaciones anteriores… el ave concluyó su trabajo… acto seguido: levantó el vuelo junto con toda la parvada. El hombre escucho los aleteos que se alejaban.

Nada podía ver ahora… sentía enorme dolor, miedo y tristeza… como pudo continuó dando pasos imprecisos… penosamente.

Poco a poco, el gran esfuerzo le proporcionó un aliciente a la sensación de agravio, cuando a lo lejos, pero muy lejos, apenas podía escuchar un agudo sonido que cada vez lo sentía más fuerte, más cerca… lo hizo volver en sí…

Llevó las manos a su rostro y con ellas secó el sudor que le empapaba… se dio cuenta de que estaba completo… respiró profunda y tranquilamente… pensó: “… y te sacarán los ojos”.



Comentarios

  1. POR UN MOMENTO PENSÉ QUE ESTABA LEYENDO UNA OBRA DE A.HITCHCOCK,LOGRASTE QUE ME IDENTIFICARA CON EL PROTAGONISTA DE TU HISTORIA.QUE BUENO QUE TE INTERESES POR ESTE GÉNERO LITERARIO,ME GUSTA.

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