ABISMO



Irma Barquet

Por azares del destino cibernético, apareció en su red… ¿quién lo iba a imaginar?... Sucede que, a la distancia, entablaron un nexo que manifiesta cosas inimaginables entre personas como él y ella, con tantas diferencias, pero al mismo tiempo con muchas más similitudes. 

Se percibe un camino igual de saturado en cuanto a actividades. Mundos laborales acelerados y demandantes. Tal pareciera que la esfera social ni siquiera se asoma, debido a las cargas de trabajo tan excesivas.

“Hola. Gracias por aceptarme” fueron las primeras palabras que le escribió, al tiempo que hacían una “cita" para verse por la webcam, “no hay nada que te lo impida, ¿verdad?”, lo que hizo que su rosto se relajara con una espontánea sonrisa. Este encuentro haría que las noches fueran esperadas con ansia para platicar largamente, como cuando se recibe un premio después de haber pasado un día de trabajo intenso.

Las prolongadas conversaciones nocturnas, han permitido que afloren actitudes que denotan universos totalmente diferentes entre él y ella. Las frases que utiliza para hacer alusión a su persona son casi perfectas… endulza sus oídos y la hace sentir como una adolescente ávida de aventuras sensuales.

“Te promueves muy bien” le dijo en ese momento, cuando hablaba de sus atributos personales, masculinos… de las habilidades que posee para el encanto femenino… con insinuaciones caprichosas: fuertes y suaves, como el vaivén de las olas. Su semblante dibuja sonrisas y sus ojos miradas brillantes como la luna llena de esta temporada del año, que ha sido inspiración para la música que va directa al corazón.

Los gestos con los que acompaña sus palabras son los más adecuados. Los usa para enfatizar aquello que pretende que registre en su mente. Algunas conversaciones han sido muy osadas, concupiscentes, en ocasiones es él y en otras, ella. Ambos están en una sintonía extraña, pero a la vez fascinante.

Algunas frases que escucha las adereza con el idioma que llama su atención, sus recuerdos, sus deseos de comprenderlo, de hablarlo. La lengua francesa le transporta… le trastorna. Ha sido muy clara en ello, lo sabe… lo utiliza como un medio para llegar a las fibras más recónditas de su ser… lo permite… ¡lo hace bien!

Su afán de demostrarle que hay un abismo enorme entre los dos, lo ha percibido como un pretexto inválido. Sigue de frente el rumbo, sin dobleces, sin intentar escatimar en algo que verdaderamente puede generar una hermosa amistad.

Percibe el disfrute en su expresión facial, cuando le adula, cuando le elogia, cuando le canta... Siempre tiene una canción para cualquier momento, es oportuna, es graciosa. Su voz, al repetir las estrofas con la melodía de cada una, es tan natural, tan abierta, que hechiza sus sentidos… sus ojos se iluminan… reproduce la letra... dice cosas espléndidas...

Sus risas se conjuntan al unísono… hablan de todo… de nada… es solo el placer de verse, de conversar, de saber que estarán en la noche “conectados”. De esperar con anhelo que el sol se oculte para evitar que los juzgue… “así de fácil”, como dice incesantemente.

Le pide un regalo de cumpleaños, la fecha ya se acerca, es una petición especial… “Dame una noche… para hacer de ti la mujer más feliz”. ¿Una? ¿Noche? Se cuestiona en silencio. La solicitud es tentadora… es imposible…

Las horas corren sin sentir, son tan cortas en sus reuniones, que les da la sensación de un solo instante… “El tiempo es como un acordeón, se alarga o se acorta según la circunstancia”, dice Guadalupe Loaeza en su libro “Las Yeguas Finas”… Esto que viven cada noche, en ese acercamiento, ejemplifica perfectamente la frase. 

El cansancio los traiciona, se vuelve su enemigo. Le obliga a decirle “Tienes dos minutos para que te despidas de mí, de la mejor manera”. Luchan contra esas partidas, son ¿necesarias? Apagan los aparatos, a su pesar. Se van a la espera de una nueva oportunidad…

                                                       

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