UN SÚPER ARQUITECTO
Irma Barquet Uno de mis gratos recuerdos de la infancia era la existencia de un restirador, con un banco alto, en una de las habitaciones de la casa paterna. Ese mueble, forrado de papel milimétrico color óptico, estaba ataviado de reglas, escuadras, grafos, contenedores de tinta china, escalímetros, lápices para dibujo de diferentes tipos y graduaciones con punta afiladísima, rollos de masking tape y demás artículos que utilizan quienes estudian arquitectura (entre otras profesiones). Los rollos de papel albanene, no podían faltar, algunos con planos o croquis y otros a la espera de ser utilizados para alguna creación. El único usuario de dicho mueble era mi hermano mayor, Memo, quien pasaba largas horas nocturnas en el desarrollo de varios diseños que debía entregar de tarea en su quehacer como estudiante de Arquitectura en la UNAM; denotaba excelentes cualidades en la elaboración de dibujos y planos. Su trabajo por las noches, era una clara manifestación de su cronotipo,