CALAVERITAS
Irma Barquet
Las calaveritas
son una tradición
especiales de
día de muertos,
que de tierra
estén cubiertos
todos, sin
excepción.
De esta manera
en México recuerdan
la muerte de
sus paisanos y parientes,
cuando la
pelona les enseña los dientes,
y los malos
pensamientos les remuerdan.
Conocer a la
gente es una condición
para encontrar
a las calaveritas el chiste
que a todos
tratan de quitar lo triste
y más a quienes
hacen alusión.
Te dedico estas
calaveritas
con inspiración
singular
sin el afán de
asustar,
por si el
esqueleto depositas.
“¿Qué estás
haciendo, arquitecto?
ayúdame aquí
pues necesito tu conocimiento,
para que esta
casa quede bonita, con tu talento”.
Sin rodeos, le
dijo la parca, en tono directo.
Esta mujer hermosa, tan elegantemente vestida,
paseaba por la obra y la atención de Memo captó,
“Quítate el
cubrebocas”, inmediatamente le ordenó,
“Que quiero ver
tu cara, pa’ quitarme lo aburrida”.
“Hágase pa’cá,
mi flaca”, tan pronto le contestó,
“aquí le
hacemos un plano, a su gusto y satisfacción”.
Cuando sacó el
portaminas para dibujar con precisión,
ningún pero le
puso y en seguida le agradó.
“Muéstrame los
terrenos para ver la ubicación”.
Paseando del
brazo con alegría,
vieron el lugar
en donde su tumba se ubicaría,
y Memo empezó a
cavar con emoción.
Sacando la
tierra a montones,
la flaca
elegante le dio un empujón
y Memo se cayó
de sentón,
callado,
sorprendido y sin discusiones.
¡Válgame,
válgame, cuánta hermosura!
Pensó Lilí
cuando vio a la catrina,
sin fijarse en
su expresión mezquina.
¡Digna de
plasmarla en una pintura!
Instaló la
paleta y el caballete,
empezó los
trazos de su figura,
sin considerar
la premura,
vio que le
faltaba un arete.
“Ah, te veo muy
ocupada y entretenida”,
le dijo la
muerte a la pintora,
“voy a ponerme
en pose ahora”,
se oyó con voz
de presumida.
“Acércate para
decirte una cosa”,
y extendió su
mano huesuda,
como pidiéndole
ayuda,
pero fue para
llevarla a la fosa.
“Hello, hello”,
le dijo Lulú a una güera,
por la facha,
creyó que era gringa.
Le sorprendió
que le enseñara una jeringa,
pero fue muy
amable y no grosera.
“Tengo esto
para que te sientas mejor”,
en seguida el
medicamento le aplicó,
Lulú sintió un
sopor que los ojos le cerró,
aunque sabía
que ella no era su doctor.
La rubia se la
echó al hombro, fácilmente,
pues ya tenía
preparado el sepulcro,
que además de
bonito era muy pulcro,
Lulú fingió que
dormía plácidamente.
Se dio cuenta
que estaba en su tumba,
empezó a cantar
una pegajosa canción
sin percatarse
de su nueva mansión,
y así nomás, se
armó la rumba.
Emocionado
gritaba
si Red Bull era
premiado,
con el trofeo
anhelado
Santiago se
regocijaba.
"No te
pongas tan contento",
le dijo su
flaca un día,
“no sirve
brincar de alegría,
cuando del
final no estás exento”.
“Ponte muy
atento,
aunque te dé
calentura,
mejor cava tu
sepultura
que te estás
viendo muy lento”.
“Olvídate de tu
coche
que caminando
llegamos,
solo faltan
unos tramos
y ahí estaremos
en la noche”.
"Tú, que
eres tan trabajador,
como le gusta a
tu flaca,
no te salvas de
la calaca",
le dijo el
enterrador.
espanol.motorsport.com
MUY BUENAS TUS CALAVERITAS, POR AQUÍ TENGO GUARDADA UNA QUE ME DEDICASTE HACE ALGÚN TIEMPO. ESTÁ ESCRITA EN UNA HOJA QUE FORMA PARTE DE MI OFRENDA CADA AÑO. SALUDOS .
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