UN SÚPER ARQUITECTO
Irma Barquet
Uno de mis gratos recuerdos de la infancia era la existencia
de un restirador, con un banco alto, en una de las habitaciones de la casa
paterna. Ese mueble, forrado de papel milimétrico color óptico, estaba ataviado
de reglas, escuadras, grafos, contenedores de tinta china, escalímetros,
lápices para dibujo de diferentes tipos y graduaciones con punta afiladísima, rollos
de masking tape y demás artículos que utilizan quienes estudian arquitectura
(entre otras profesiones). Los rollos de papel albanene, no podían faltar,
algunos con planos o croquis y otros a la espera de ser utilizados para alguna
creación.
El único usuario de dicho mueble era mi hermano mayor, Memo,
quien pasaba largas horas nocturnas en el desarrollo de varios diseños que
debía entregar de tarea en su quehacer como estudiante de Arquitectura en la
UNAM; denotaba excelentes cualidades en la elaboración de dibujos y planos.
Su trabajo por las noches, era una clara manifestación de su
cronotipo, que, dicen los que saben, hay diurnos (alondras) y nocturnos (búhos).
Los primeros son mucho más productivos durante el día y los últimos son quienes
gozan de mayor creatividad, productividad y obtienen niveles altos de energía en
las horas oscuras de las 24 disponibles. Eran momentos que, con su silencio, le
permitían inspiración y rendimiento.
Pasaba tiempos prolongados de trabajo arduo, sentado en ese
banco, usaba todos los útiles de dibujo para cumplir con los deberes, como
dicen en España. Calculaba medidas con el principal instrumento de aquel tiempo,
la regla de cálculo, objeto que pasó a la historia. Desconozco la razón por la
que cayó en mis manos y que ahora forma parte de tantos y tantos triques en mi cofre
de los recuerdos familiares.
El producto de ese trabajo era custodiado celosamente por los
pliegos de papel perfectamente enrollados, testigos del talento y de la
creatividad, plasmada en los grisáceos tonos del grafito y de su diferente
grosor, así como de la intensidad de la tinta china, aplicada con cuidado y
precisión, pues el mínimo error le implicaba empezar de nuevo el proyecto.
La curiosidad me impulsaba a asomarme a ese restirador y a
las obras que albergaba, con la frecuencia que el reloj me lo permitía, es
decir, en mis horas hábiles. Podía apreciar los trazos, las formas y las
tonalidades que eran parte de un conjunto que, cuando tenía oportunidad de
escuchar la explicación de viva voz del autor, les encontraba sentido.
Muchas expresiones arquitectónicas en planta que detallaban,
de manera muy precisa, los muros, con medidas de altura y ancho, de ventanas,
de puertas de acceso con el ángulo y el sentido de apertura, habitaciones de
diferentes usos con los dibujos y la distribución de los muebles y otros
accesorios que podían colocarse, espacios para guardar cosas, escaleras, cuando
era el caso, áreas jardinadas, cocheras.
Las fachadas eran maravillosas en su proyección. Dibujos
hechos con puntos de fuga que ilustraban una perspectiva más entendible -para
mí-, en las que se apreciaban especificaciones delicadas, perfectamente
dispuestas.
En varias ocasiones tuve la oportunidad de observar los
proyectos que Memo dejaba sobre el restirador, detenidos con pequeños
fragmentos de masking tape, para evitar que se movieran y poder continuar con
su trabajo. Era una silenciosa admiradora de las obras de mi hermano. Pensaba
en lo mucho que me gustaría hacer esos trabajos, cuando fuera “grande”. Seguir
su ejemplo.
Memo conoce de materiales para construcción, su
comportamiento y las cantidades necesarias para la edificación de recintos
habitacionales o laborales. Tiene habilidades sociales importantes en el trato
con clientes, proveedores y trabajadores. Se comunica muy eficazmente. Logra la
puesta en marcha de sus ideas estampadas en planos. Programa y lleva a cabo
proyectos de casas solas o en conjuntos residenciales. Los acabados que
recomienda son de muy buen gusto y definen perfectamente los espacios de los
diferentes lugares construidos.
A la fecha, Memo continúa ejerciendo su profesión. Posee muchas
habilidades en el área de su competencia, aunque la tecnología haya tomado un
lugar importante en ese ámbito, también la aplica. Es un súper arquitecto, no
nada más de su propio destino.
Gracias Amiga. Muy buena descripción de un Super Arquitecto.
ResponderBorrarMUY INTERESANTE, ME REGRESASTE EN EL TIEMPO. EN ALGUNA ÉPOCA MI HERMANO ESTUDIÓ DISEÑO GRÁFICO Y RECUERDO EL RESTIRADOR CON TODOS SUS IMPLEMENTOS Y LA GRAN CURIOSIDAD QUE PROVOCABA EN MÍ. CON EL TIEMPO MI HERMANO CAMBIÓ DE CARRERA Y EL MENTADO RESTIRADOR SIRVIÓ,POR UN CORTO TIEMPO, DE MESA PARA ARMAR ROMPECABEZAS HASTA QUE TERMINÓ SIENDO DESECHADO POR QUE "OCUPABA DEMASIADO ESPACIO".SALUDOS.
ResponderBorrarQue lindo, yo siempre quise tener un restirador porque siempre creí que de ahí salía magia, mis tíos eran arquitectos e ingenieros y en sus casas los tenían , así justo como.lo describes, y siempre me causó mucha curiosidad, asombro y admiración. Lástima que ahora todo se haga por computadora y esos lindos planos artesanales ya no se usen más
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