QUERIDO FRANZ:
Irma Barquet
Escudriñé, hurgué, quizá de
una manera irreverente, lo más profundo de tu relación epistolar… magnífica… parece
que toma matices de prohibida, de clandestina, pero también de permitida… Me
sentí maravillada con la forma en que manifiestas tu amor a ella, sin dejar de
soslayo todo lo que hablas acerca de tu persona.
Imposible resistirme a tus
palabras: “… uno debería
tomarle el rostro entre las manos y mirarla largamente a los ojos, para que
usted se reconociera en los ojos que la contemplan…”, seguramente
cualquier persona se sentiría privilegiada al despertar tal sentimiento…
Conocer lo más recóndito de
tus sentimientos hacia esa mujer, cuando le dices: “…
en la cama, en cambio, en lugar de sueño uno tiene las ocurrencias más felices”.
Comprendo, al haber pasado insomne tantas noches… cuando se agolpan
las ideas, las mortificaciones y los deseos…
Lo que para ti significa su
nombre, es una manera de hacer sublimes tus pensamientos y sentimientos hacia
ella: “qué nombre tan rico y
denso; tanta es su plenitud, que resulta casi imposible levantarlo, y al
comienzo no me gustaba mucho, me parecía un griego o un romano perdido en
Bohemia, violado por el idioma checo falseado en su acentuación; y, sin
embargo, por su color y su forma es una mujer a la cual se lleva en brazos
lejos del mundo, lejos del fuego, no sé, y ella se entrega gustosa y confiada a
los brazos de uno; sólo el acento sobre la ‘i’ es duro. ¿No se escapa el nombre
de un salto? ¿O acaso es el salto que tú misma das con tu carga?”
¡Qué magnífica forma de decirlo! ¡Cuántas cosas te inspiran su nombre! Así como
aludes a su origen indiscutiblemente checo y que significa “amada”, ¡nada pudo
haber sido mejor! “¡Mílena!
(Dicho en tu oreja izquierda, mientras yaces en la pobre cama, sumida en un
profundo sueño de buen origen y mientras te vuelves, sin saberlo, de derecha a
izquierda, hacia mi boca)”.
Y aquel fragmento que
leíste: “Mi amada es una
columna de fuego que se mueve sobre la tierra. Ahora me tiene abrazado. Empero,
ella no arrastra a quienes abraza, sino a quienes la ven”.
No
importa que no sean tus propias palabras, las hiciste tuyas en el momento de
utilizarlas, sobre todo con la finalidad de declarar tu amor hacia ella, a
quien le profesas el más caro sentimiento de tu ser.
¡Qué manera de sublimar a
Mílena!
Dime, Franz, ¿es tu estado
de salud el que afecta tanto tu ánimo, al grado de tener excelsos sentimientos por
esa mujer?… Parece que tu padecimiento es delicado, que te ha implicado muchos
días de cuidados y de reposo en cama… Pude darme cuenta de que eres
correspondido en tu amor por ella… Cuando te dice, en aquella carta, en esa
frase: “… también a ti
te quiero”, como si hubiera sido un hermoso susurro…
Hablas de ti, también, de tu
vida como escritor, del trabajo de desarrollas, de lo que haces en esa oficina,
que seguramente no te satisface. Enfermo, cansado, con ganas de estar cerca de
tu amada. Los viajes que haces a Viena, a Praga, a Merano. El casamiento de tu
hermana y el departamento que te prestó para que pasaras unos días… tu
cotidianidad, como algo insignificante. Aludes a la enfermedad pulmonar que
sufres, como si fuera, hasta cierto punto, benévola.
“…
de modo que ahora te siento en la poltrona y no sé cómo abarcar toda esta dicha
en palabras, ojos, manos y este pobre corazón. No sé cómo abarcar la dicha de
tenerte aquí, la dicha de que me pertenezcas. Y, sin embargo, no te amo a ti.
Es más lo que amo: amo la existencia que tú me otorgas”.
Con
la trascendencia de tu amor por ella, siempre estás más allá de lo mundano, de
un amor de telenovela, de un sentimiento que verdaderamente cala en lo más
profundo, hasta la médula, como si tu misión fuera exclusivamente amar a esa
mujer.
Con tu amada, hasta los
confines de esta vida, de esa manera espléndida como sólo tú sabes expresarlo: “… a veces me parece que en lugar
de vivir juntos, tendríamos que acostarnos, mansos y conformes, el uno junto al
otro, para morir. Pero suceda lo que suceda, será cerca de ti”. La
espiritualidad que te representa ese sentimiento… “Estoy cansado, no sé nada y no deseo otra
cosa que hundir mi rostro en tu regazo, sentir tu mano sobre mi cabeza y
permanecer así por toda la eternidad”. Dime Franz, ¿cómo fue que
te enamoraste de Mílena?
Cuando el amor es enorme que
te lleva a expresar: “Y
una vez y diez y mil veces y siempre quiero estar contigo y tú también lo
dices”. Reprimidos por circunstancias, por
tiempo… por distancias… con la satisfacción de recibir noticias constantes, de
ese corazón vacuo. “…pues
tus cartas en totalidad son, casi línea por línea, lo mejor que haya ocurrido
en mi vida…”.
“Puesto
que te amo (y te amo, pues, conceptualizadora mía; como el mar ama a un
diminuto guijarro hundido en sus profundidades, de la misma manera te envuelve
mi amor… y ojalá yo sea también para ti ese guijarro, si el Cielo lo permite),
amo el mundo entero y a ese mundo pertenece también tu hombro izquierdo, no,
primero fue el derecho y por eso lo beso cuando quiero (y tú eres tan tierna
como para apartar la blusa) y a ese mundo pertenece también tu hombro izquierdo
y tu rostro sobre mí en el bosque y tu rostro bajo mí en el bosque y ese
descansar sobre tu pecho, casi desnudo. Y por eso tienes razón cuando dices que
ya fuimos uno, y eso no me produce miedo alguno, es mi única dicha y mi único
orgullo y no lo limito para nada al bosque”.
Cualquier
alegoría de mi pensamiento es capaz de imaginar este cuadro hermoso, con
matices amorosos dentro de la naturaleza.
La gratitud ante el
sentimiento amoroso que reflejas cuando le expones: “Por
eso estoy tan agradecido (a ti y a todo) y por eso es, pues samozrejme[1]
que junto a ti me sienta absolutamente sereno y absolutamente inquieto, absolutamente
coaccionado y absolutamente libre, razón por la cual, luego de haberlo
comprendido, he renunciado a todo el resto de la vida. ¡Mírame a los ojos!”.
Un amor que no sufre, ni
hiere, que se guarda íntegro, se siente íntimo y se disfruta... “Es tu incapacidad para hacer
sufrir. No es por piedad, sino porque simplemente no puedes. Es fantástico: me
he pasado la tarde entera pensado en eso, pero ahora no me atrevo a escribir lo
que pensé; quizá todo eso no sea más que una excusa más o menos buena para un
abrazo”.
Admiras el trabajo que
desempeña, ella es tu traductora, seguramente el deseo de la frecuencia, el
anhelo de la cercanía que tenían, que sentían… cuando ella, encuentra las
palabras precisas para expresar los sentimientos
de tus obras y le dices: “…
te veo inclinada sobre el trabajo, el cuello desnudo, estoy a tus espaldas, tú
no lo sabes- no te sobresaltes cuando sientas mis labios sobre tu nuca, no fue
mi intención besarte, es solo amor desvalido…”.
“…
quizá no se trate realmente de amor cuando digo que tú eres lo que más amo;
amor es que tú seas el puñal con el cual revuelvo dentro de mí. Por otra parte,
tú misma lo dices: <nemáte síly milovat>[2]
¿No basta eso para distinguir al hombre de la bestia?”
Cuando verdaderamente sabes que Mílena estimula constantemente el amor en todo
tu ser, posiblemente es el remedio de todos tus males físicos, emocionales, es
la razón de tu existencia… acéptalo.
Gracias, Franz, por
compartir estas letras que sin duda, son como caricias escritas, que al
deslizar la pluma, jugueteas con los trazos hasta formar estas profundas
palabras de amor, que rítmicas, convierten al papel en esa piel sensible donde
las plasmas.
Qué linda y atinada forma de desmenuzar los sentimientos de Kafka mezclándolos con tus opiniones, despiertas las ganas de leer el libro, de escudriñarlo y hacerlo parte de uno, qué ganas de ser Milena.
ResponderBorrarGracias Irma
Gracias, Adriana Anaya, por tu comentario... ¡Qué ganas de ser Mílena!... Abrazos.
BorrarMuchas gracias por compartir, Irma. Excelsa en tu análisis y comentarios y muy acertadas tus extracciones de frases escritas por Franz. Felicidades por tu capacidad y forma de transmitir tan delicada y sutil. Sencillamente.
ResponderBorrarGracias, Francisco Palazon, por tu comentario y también por darme a conocer tan hermosa relación epistolar. Fue un magnífico regalo de cumpleaños...
BorrarGENIAL,INTELIGENTE Y ORIGINAL FORMA DE ENTRELAZAR E INTERPRETAR A UN GRAN AUTOR. ME GUSTÓ MUCHO,FELICIDADES.
ResponderBorrarGracias, FEDERICO SINTA, por tu comentario. Me da gusto que haya sido de tu agrado. Es un libro maravilloso. Abrazos.
BorrarSencillamente no cabe duda de que las relaciones epistolares son una joya. Y leyendo acerca de este tipo de relación y comunicación vino a mi mente ese fragmento de Benito P. Galdós en su obra "El abuelo" que dice:
ResponderBorrar"Por favor respóndeme ya. Si resulta imposible vivir sin ti, sin tu voz y sin tu risa, sin tu mano en mi espalda, en mi cuello y en mi pecho, no me niegues al menos tus letras claras y firmes diciéndome que me amas más que yo a ti, que eso sí que es imposible."
Y continúa con una línea que vino a mi memoria cuando hablas del nombre de "Milena":
"¿Sabes?, y esto es un pequeño secreto, nunca me había gustado mi nombre hasta que lo escuché en tu aliento; desde entonces tiemblo al oirlo porque ya no es mi nombre sino un sonido, sólo mío, que sale de tus labios..."
Siempre es muy grato leer tus escritos.
Sigue con tu buen trabajo.
Gracias, M, por tu comentario. Me encanta que haya tanta sensibilidad. Son temas hermosos cuando al amor se le trata de esta forma. Abrazos.
BorrarHola Irma; que forma tan original de compartir ese libro de Kafka, estoy segura que no lo hubiera disfrutado tanto como has logrado que lo haga en tu escrito epistolar. Gracias por traer ese escrito refrescante a estos momentos de elecciones en la U, de H1N1, de Zika y demás que azotan a Panamá, mientras que un barco airoso transita por el Canal ampliado y muchos festejan como si no pasara nada.
ResponderBorrarGracias, besivas, por tu comentario. Me da gusto que te agrade esta forma de compartir cómo Franz Kafka se dirigía a su amada Mílena. Para mí fue un placer. Abrazos.
BorrarQUE HERMOSO DETALLAS TODO Y CON UNA FACILIDAD QUE SE ANTOJA SER UNO DE LOS PROTAGONISTA DEL LIBRO, ME ENCANTA TU SENSIBILIDAD PARA NARRAR, SIGUE CON ESA ACTIVIDAD QUE NO TE GUSTA, TE FASCINA.
ResponderBorrarCOMO SIEMPRE, ABRAZOS,BESOS Y SALUDOS---ROGELIO.
Gracias, rogelio verduzco castellanos, por tu comentario. Me encantó el libro, te lo recomiendo. Abrazos.
BorrarQUE HERMOSO DETALLAS TODO Y CON UNA FACILIDAD QUE SE ANTOJA SER UNO DE LOS PROTAGONISTA DEL LIBRO, ME ENCANTA TU SENSIBILIDAD PARA NARRAR, SIGUE CON ESA ACTIVIDAD QUE NO TE GUSTA, TE FASCINA.
ResponderBorrarCOMO SIEMPRE, ABRAZOS,BESOS Y SALUDOS---ROGELIO.
Linda descripción, llena de romanticismo embriagador.
ResponderBorrarFelicidades Dra. Barquet.
Gracias, Grace Barajas A., por tu comentario. Me parece que se trata de un amor que trasciende. Abrazos.
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