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ABUSO SEXUAL: EL CASO DE LUNA

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Irma Barquet Galaxia   Luna era una niña pequeña, muy delgada, de piel morena y ojos vivarachos. Su larga cabellera oscura, caía ensortijada sobre su espalda, hasta la cintura. Alegre, juguetona, sonriente, a todas las personas contagiaba con su energía. Sus primas y primos, de tez blanca, cariñosamente le decían “Negra”. Su papá falleció antes de que ella naciera. Su mamá y ella solían compartir la misma casa con la familia de su tía, quienes tenían mucho apego. El esposo de su tía recibió la instrucción laboral del traslado a otro estado lejano, por lo que la prole completa tuvo que cambiar de lugar de residencia. Luna contaba con 5 años de edad cuando se mudaron a San Jerónimo, un pequeño pueblo ubicado en la zona de la Costa Grande del estado de Guerrero, a poca distancia del puerto de Acapulco, muy lejos de su lugar de origen al sureste de la República Mexicana. La precaria situación económica en la que estaban, obligó a la mamá de Luna a aceptar realizar las labores dom

LAS CUIDADORAS

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  Irma Barquet Desde su nacimiento, el ser humano ha requerido de cuidados, sobre todo en los momentos extremos de su vida: niñez y vejez, lo que refleja en el trayecto, una relación entre la condición humana y la dependencia. En un sentido ideal, la autonomía es uno de los factores que la mayoría de las personas busca. Sin embargo, en cualquier etapa, los individuos necesitan de cuidados y se establecen estrechos vínculos, tanto en el plano físico como en el afectivo. Una verdad contundente es el derecho de las personas a cuidar, a ser cuidadas y a autocuidarse. Ese derecho se convierte en una de las actividades de ciertas personas de cuidar a otras, generalmente ancianas y/o con problemas de salud. Este tipo de funciones recae, en su mayoría, en las mujeres de la familia: madre, esposa, hija… En términos de equidad, deberían ser asumidas también por los varones, si bien los hay, son casos mínimos. En ciertas familias, forman, desde su infancia, a la menor de las hijas para que

CON CLAVELES BLANCOS

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  Irma Barquet   Son tres años de su partida. Ella era su propio acicate. Siempre sana, en lo general. Arrugas y penas eran el testimonio fehaciente del paso del tiempo. Lúcida hasta el final, con algunos tropiezos en los recuerdos, que daban cuenta en los relatos de todo lo que guardaba en su memoria, con su vocecita disminuida de volumen, cascada… peccata minuta… Aderezados con la elocuencia, la emoción y el candor de sus palabras. Cada vez más chiquita de estatura y de peso, seguía dando la batalla en su día a día. Sus ojos color miel, lacrimosos, encerraban una mirada dulce, como la que fue captada en esa fotografía de su infancia, ataviada y sentada con tanta coquetería. Siempre al pendiente de lo que sucedía a su alrededor. En silencio, elevaba sus plegarias, pedía a Dios y abogaba por su hijo y por sus hijas, también por toda su descendencia. Cuidaba sus macetas, le encantaban las plantas que crecían y reverdecían gracias a ella. Sonriente y apesadumbrada. La v

EL DESAFIANTE VIAJE DOCTORAL

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  Irma Barquet Sebastián Agrado   Los trabajos de investigación que permiten alcanzar el grado en cualquier doctorado, implican el vínculo entre asesores o directores de tesis y tesistas o doctorantes. Es menester formar un estrecho equipo para sacar adelante la investigación y plasmarla en un documento académico que exigen las instituciones de educación superior que tienen disponibles los programas de doctorado, en su oferta educativa. En plena pandemia por la COVID-19, tuvimos una magnífica experiencia en el desarrollo de una tesis doctoral, en la que fuimos protagonistas: Sebastián, como doctorante asignado y yo, como directora de la investigación. La fusión del trabajo que desarrollamos ambos y sus resultados fueron muy exitosos, pues a esta fecha y después de pasar por los protocolos académicos, él ya obtuvo el grado de Doctor en Ciencias de la Educación. En esta ocasión, comparto la opinión acerca del proceso que vivimos durante dos años, en el desarrollo de dicho doc

DE PUÑO Y LETRA

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  Irma Barquet   Las listas de útiles escolares, hace muchos años, solían incluir un cuaderno de doble raya, una pluma fuente y un frasco de tinta, necesarios en el aprendizaje de la escritura durante el curso de la educación primaria, aunque desde el preescolar ya se enseñaban algunos trazos para identificar las letras (y sus sonidos), lo que preparaba a la niñez en su arribo al nivel educativo básico. Estas lecciones, apoyadas con el Método Palmer (con el que aprendí y que aun conservo), constaban de ejercicios caligráficos cuya finalidad era “soltar la mano” y desarrollar los trazos de cada letra para, posteriormente, unirlas con otras en la formación de palabras. Este método guarda en su contenido aspectos que se debían tomar en cuenta como la postura sedente adecuada; la manera correcta de sostener la pluma, los movimientos del brazo (desde la punta de los dedos hasta el codo), la inclinación del cuaderno, así como la forma y la dirección precisas para realizar la praxis de

LAS MUÑECAS JAPONESAS

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  Irma Barquet   Corría algún año de la década de los 60, del XX, cuando el papá y la mamá salieron rumbo al país del sol naciente, por asuntos de negocios. Aunque se trataba de un viaje de trabajo, tenían toda la disposición para conocer aquellos lares y disfrutar de su estancia. La despedida fue muy emotiva pues pasaría más de un mes antes de su regreso: “Se cuidan mucho mis hijitos”, dijo la mamá con el corazón que casi se le salía del pecho, pero llena de ilusión y emoción por su partida hacia tierras tan lejanas. “Se portan bien…”, su recomendación de siempre. Era la primera ocasión que se ausentaban por tanto tiempo. “Les vamos a llamar, por si algo se les ofrece”, afirmó el papá, al tiempo que les dieron la bendición a sus cuatro retoños. Era obvio que se quedaran a cargo los hijos más grandes: dos jóvenes, un varón y una chica, que todavía no cumplían la mayoría de edad, pero la que tenían era suficiente para asumir la responsabilidad de cuidar a sus hermanas menores y

VACACIONES

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  Irma Barquet Apenas llega el final del primer semestre del año para que percibamos un ambiente de vacaciones:   descanso, verano, pausa en el camino de las actividades ya sean laborales o académicas. El merecido asueto, tan ansiado por casi todas las personas, cuando termina un período escolar en el que no importan los resultados pues ¡ya habrá tiempo para recuperarse! O la rutina de trabajo, que cansa tanto ¡ya urge irnos a cualquier parte! El exceso de estrés, las preocupaciones, el poco tiempo de sueño, a veces, la inadecuada alimentación y otros factores que hacen que las personas se agoten, se fastidien y deseen o necesiten un break imperiosamente, lo que permite una reparación intensiva en la salud física y metal, en las relaciones familiares y sociales. Se refresca la mente, se fomenta la creatividad, se establece un corte de la rutina que da paso a nuevas experiencias, lo que verdaderamente, es sano. Y, como dicen los que saben: “soltar” las responsabilidades, un rato (au

LA APARICIÓN

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  Irma Barquet   Era un lugar desconocido, pero se respiraba un ambiente de familiaridad, por lo que hacía que me sintiera cómoda. Contaba con iluminación y ventilación suficientes. Los colores de las paredes y de los objetos que conformaban ese espacio eran armoniosos y sencillos. De pronto, algo pasó… Percibí la aparición de un espectro luminoso que, aun en contra de mi voluntad, hizo que volteara bruscamente para seguir con la vista esa luz y tratar de descubrir lo que sucedía. Alteró un poco mi estado anímico, me puso en alerta, sin asustarme. Alcancé a ver una figura femenina, ataviada con un vestido corto, blanco, parecido a una túnica, un accesorio ceñía su cintura. Llevaba los pies descalzos y un tipo de diadema adornada con una pluma negra que sujetaba un broche de pedrería brillante. Agradable en su conjunto. Su tez blanca y sus manos largas, acompañaban de forma natural, su mensaje. “Espera, no te vayas” le decía en el mismo tono que ella utilizó, al tiempo que me

MASCARITA

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  Irma Barquet   El mes pasado, hace apenas unos días, fuimos a una librería con el afán de elegir algunos títulos para hacer regalos a personas muy cercanas, mientras tanto, curioseaba por el local, inspeccionaba las novedades, los ejemplares que formaban parte de las diversas clasificaciones de acuerdo con los contenidos, cuando de repente, se me atravesó, literalmente, el volumen de una novela escrita por mi autor favorito, lo que me hizo cometer la felonía de quererlo con todas mis fuerzas, mi corazón y mi cerebro. Se trata del libro El hablador, que versa sobre los grupos étnicos ubicados en la Amazonía peruana, escrito por Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura en 2010. Avanzo en la lectura de la historia y en uno de los capítulos iniciales, se describe un personaje que llama poderosamente mi atención: Saúl Zuratas. Individuo joven, de ascendencia judía, compañero de clase del narrador de la novela, estudiante de Derecho y de Etnología en la Universidad de San Mar

LE DEDICO MI SILENCIO

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Irma Barquet   Bastó con leer el título: Le dedico mi silencio y ver en la portada Los músicos, de Fernando Botero, para que mi atención se posara en este maravilloso libro de Mario Vargas Llosa, quien se ha convertido en mi autor favorito desde hace algunos años. Su reciente novela, editada por Alfaguara, encierra una magnífica historia en un poco más de 300 páginas. La lectura de este libro me arrobó de tal manera que era casi imposible interrumpirla por otras actividades que verdaderamente pude posponer, ya que los días de asueto y de reflexión se atravesaron la semana pasada, leer a Vargas Llosa me pareció la mejor forma de invertir este tiempo. Me aficioné a este gran autor gracias a las recomendaciones y guía de mi tío Jorge Pueblita, que, siendo un lector voraz y conocedor de su obra, me llevó “de la mano”, dosificada en la justa medida, para conocer sus diferentes novelas y ensayos. El libro al que hago alusión en estas líneas vale mucho la pena. Parece que su autor ha

11-66-11

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  Irma Barquet   “El fin de semana, nos vamos a Aguascalientes”, dijo mi padre, a quien le gustaba visitar esa ciudad, por lo menos dos veces: una en Semana Santa y otra en el último trimestre del año. Allá vivía un amigo suyo muy querido con su familia. Tan apreciado, que mis padres llevaron a su hijo menor a la pila bautismal. El viaje lo emprendíamos por carretera. La familia entera a bordo del flamantísimo Valiant, de algún año de la década de los 60 del siglo pasado. Vehículo de cuatro puertas con asientos de banca, en el delantero tenía un descansabrazo abatible, era mi privilegiado lugar de viaje. Era estándar, con la palanca en la columna de la dirección, a tres velocidades más la reversa. El mango de la palanca de velocidades, los botones para encender los faros y activar los limpiadores del parabrisas y las perillas de las manijas de los elevadores de cristales eran de pasta, del mismo tipo. En el tablero tenía el velocímetro junto con el odómetro, la radio de amplitud