LAS CUIDADORAS

 

Irma Barquet

Desde su nacimiento, el ser humano ha requerido de cuidados, sobre todo en los momentos extremos de su vida: niñez y vejez, lo que refleja en el trayecto, una relación entre la condición humana y la dependencia. En un sentido ideal, la autonomía es uno de los factores que la mayoría de las personas busca. Sin embargo, en cualquier etapa, los individuos necesitan de cuidados y se establecen estrechos vínculos, tanto en el plano físico como en el afectivo. Una verdad contundente es el derecho de las personas a cuidar, a ser cuidadas y a autocuidarse.

Ese derecho se convierte en una de las actividades de ciertas personas de cuidar a otras, generalmente ancianas y/o con problemas de salud. Este tipo de funciones recae, en su mayoría, en las mujeres de la familia: madre, esposa, hija… En términos de equidad, deberían ser asumidas también por los varones, si bien los hay, son casos mínimos.

En ciertas familias, forman, desde su infancia, a la menor de las hijas para que lleve a cabo el rol de cuidadora cuando sus padres sean ancianos, para que sea la Tita de “Como agua para chocolate”. En otras, solo le toca porque ningún hermano se quiere hacer cargo pues “no tiene tiempo, su trabajo se lo impide”.

La condición que presentan los abuelos y/o los enfermos, determina el grado de urgencia para hacerse cargo y procurarles una mejor calidad de vida en cuanto a comodidad, salud, tranquilidad...

Las cuidadoras se echan a cuestas una enorme responsabilidad que implica solventar las necesidades económicas, las de alimentación, las de atención y tratamientos médicos, las del ambiente propicio generado en el hogar, por mencionar solo algunas, que deben proporcionarle a la persona de la que se hacen cargo; pero también deben cumplir con ciertas condiciones como tener disposición para llevar a cabo su labor, contar con estabilidad en su estado de salud y emocional, dar solución a sus problemas personales, laborales y familiares, porque el “costo” es sumamente alto.

Proporcionar atención a una persona anciana o enferma que la necesita, es extremadamente demandante, es menester fungir varios roles al mismo tiempo: actuar como la Hipócrates que se tiene a la mano; ser la Nightingale de la casa; la Freud sin diván; la Taylor y la Fayol del cúmulo de quehaceres; la Smith para estirar el dinero. Pero también se debe desempeñar como la Chepina Peralta de las dietas; la Chen Kai de los trucos prácticos; la Tin Tan de la alegría… en fin, las habilidades que no se tengan se desarrollan a la perfección, hasta llegar a convertirse en mujeres multitareas.

La empatía, la paciencia, la responsabilidad, la capacidad de observación, la inteligencia emocional, se enumeran como características principales de las cuidadoras, así como la práctica de valores individuales y universales. La sensibilidad es un ingrediente primordial, sin soslayar el sueño ligero, ya que de noche puede haber importantes necesidades de la persona a quien se cuida. Es imprescindible colocarse una coraza a prueba de enojos, frustraciones, preocupaciones, desesperación, agotamiento y… llanto.

Dar y recibir cuidados se sustentan en la cualidad moral de la reciprocidad.

Las horas de trabajo que llevan a cabo las cuidadoras exceden cualquier mandato laboral, además de no contar con remuneración alguna cuando se trata de un familiar cercano, por lo que la fatiga y el fastidio están presentes la mayor parte del tiempo. Las actividades de cuidados a otras personas impulsan la movilización de los recursos para que los resultados sean exitosos, ya que no solamente se limita a la ayuda en el día a día para su bienestar, es una labor que va más allá, pues constantemente se toman decisiones para garantizar los cuidados y organizar las acciones, por lo que se torna un trabajo muy dinámico. Se diseñan algunas estrategias para verificar, medir, planificar, documentar su labor, en el entorno humano y de bienestar que es el principal eje de la práctica de los cuidados. Nunca un día -o noche- es igual a otro.

Ser cuidadora es la potencial ruptura del lazo matrimonial o sentimental de pareja, de la relación con los hijos y demás familiares. No hay tiempo para mantener una vida social. Es insostenible una condición laboral en forma paralela con las actividades de cuidado a otras personas. Lo que nunca falla es la red de amigas que contenga todas las emociones encontradas que genera proporcionar cuidados a las personas mayores. Las amigas entrañables son el paño de lágrimas, las principales consejeras, que, con su apapacho, brindan cariño, apoyo y mucha comprensión.

La salud de la cuidadora es muy importante, por lo que se deben afianzar los mecanismos para conservarla, de lo contrario, puede deteriorarse física y emocionalmente… Eso no ayuda en nada… ¡Qué difícil cuidar a otra persona y a sí misma!

¿Pedir ayuda? Sí, aunque en la mayoría de los casos es otorgada parcialmente o, de plano, negada, sobre todo cuando se trata de los familiares más cercanos, por lo que es recomendable para las cuidadoras, tener bajas expectativas en ese renglón, lo que les evita muchísimas decepciones. ¿Pagar por ayuda? Por supuesto, pero es importante hacer cuentas antes de solicitarla, ya que es muy caro obtenerla; es sinónimo de comprar tiempo libre para la cuidadora. También hay algunas instancias gubernamentales que ofrecen sus servicios y orientación en favor del trabajo de las cuidadoras.

El vínculo entre la cuidadora y el médico de cabecera se hace muy cercano. El profesional de la geriatría o de cualquier otra área de la salud, es el principal consejero de quien lleva a cabo las funciones de cuidados, da las instrucciones precisas para que los tratamientos y las recomendaciones de la dieta, hagan efecto y repercutan en el bienestar de quienes reciben los cuidados.

Actualmente, se puede echar mano de ciertos programas que preparan a las personas para ser cuidadoras: cursos, congresos, seminarios, foros… que, además de capacitar, son útiles para sensibilizar y reconocer la importancia de proporcionar cuidados en reciprocidad. Generalmente, los contenidos de dichos programas van acompañados con testimonios de cuidadoras: algunas historias pueden ser desgarradoras, pero dejan un cúmulo importante de enseñanzas.

El tema de cuidadoras está en la agenda de las feministas, pues representa un desafío para las políticas públicas, con la finalidad de lograr visibilizar el reconocimiento, la reducción y la redistribución del trabajo que implican los cuidados, en un encuentro de dos vidas: la de la cuidadora y la de quien recibe la atención.

Para todo este trabajo físico y emocional, el componente sustancial es el amor, sin éste, es imposible hacer algo por alguien. Cuidar es un acto de amor.



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