MUERTE

Irma Barquet

Tu partida fue repentina, sin tregua. Algo que sucedió, así… nada más. Te fuiste y dejaste un espacio vacío, no sabía de qué se trataba… El golpe fue terrible… incomprensible. Cuando me avisaron, quedé inmóvil, estupefacta, sin saber el significado real de lo sucedido.

Te marchaste… los aullidos de nuestra mascota se hicieron presentes, rebasaron la media noche… Intentaba dormir, fue casi imposible… las ensoñaciones agolpaban mi mente, las imágenes eran indescriptibles. La soledad, la ausencia y la oscuridad de la noche, me aterrorizaban.

Pasaba el tiempo y cada vez se hacía más difícil para mí aceptar tu ausencia, resignarme… me haces mucha falta… Miraba tus lugares favoritos e imaginaba que ahí estabas, como siempre: los domingos leías el Excélsior, en el sofá de la sala, acompañado de los rayos del sol matutino. Tranquilo, hojeabas el periódico. Pendiente de lo que sucedía a tu alrededor.

Es día de muertos. Gran festividad mexicana. Es tu día, hoy como cada uno de los que marca el calendario… No importa la fecha… estás presente en mí… “Deja a los muertos en paz…” y tú ¿cuándo me dejarás en paz?

“Cerraron sus ojos,

que aún tenía abiertos;

taparon su cara

con un blanco lienzo,

y unos sollozando,

otros en silencio,

de la triste alcoba

todos se salieron”.

Escuchaba esta rima con mucha frecuencia, había pasado poco tiempo. Te recordaba… parecía que tú eras el protagonista, así… seguramente sucedió contigo…

“¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!”