EL CUENTO
Irma Barquet
Estaba en su guarida, el lugar
más apartado de su casa, donde solamente podía estar consigo misma, concentrada
en su actividad creativa. Se sentía orgullosa de su logro, de su primera
creación. Tenía la inquietud de darla a conocer a un público que rebasara los
límites familiares, a esas personas que pudieran estar interesadas en
conocerla, en dar su punto de vista y en apoyarla, aunque en el fondo también
la sensación de lo que significaba quedar expuesta ante opiniones de
desaprobación.
Se armó de valor y tomó la
decisión de dar el paso que tanto trabajo le había costado hasta ese momento,
entonces, a hurtadillas, con su obra bajo el brazo, salió de su hogar y se dirigió
a la avenida para abordar el transporte que la llevaría al lugar donde, por
primera vez, presentaría el fruto de su inspiración para someterlo a la
consideración de un especialista, con la expectativa de obtener la oportunidad
de revelarla por el medio más idóneo posible.
En el camino, absorta en sus
pensamientos, su mirada parecía estar perdida entre tantas reflexiones que
pasaban por su cabeza, sentía el viento chocar con sus mejillas, al tiempo que
se tomaba ciertas libertades con su cabello. Estaba atrapada en el dilema de continuar
con su intención hasta el final o pedir la parada más próxima al autobús que la
transportaba y regresar a su casa. Debía arriesgarse, de lo contrario nunca se
enteraría de los resultados que podría alcanzar.
Una vez terminada su diligencia, de
regreso a casa, se topó con su mejor amigo, quien se ofreció a acompañarla. En
el trayecto la asaltaba la idea de contarle su odisea, de repente desistía,
hasta que en un momento decidió decirle, hizo prometerle que lo guardaría como
el más preciado secreto, pues sentía que las palabras se le salían sin control.
La confidencia fue recibida con la misma emoción que le fue entregada, con la
promesa de estar resguardada, hizo la seña de poner un candado en sus labios y
tirar la llave muy lejos.
Cada día que pasaba desde entonces,
le parecía una eternidad pues no tenía noticias al respecto, lo que aumentaba
su zozobra enormemente. Con la idea de mitigar, aunque fuera un poco su
inquietud, su nerviosismo y sus dudas con respecto a haber hecho bien, revisaba
y volvía a revisar su obra para tratar de convencerse a sí misma de que todo
estaba a pedir de boca.
Llegado el momento, recibió la
notificación tan esperada y ni tarda ni perezosa, abrió su correo electrónico,
pues el editor en jefe le había enviado una comunicación en la que le anunciaba
que había sido aceptado su cuento y que ocupaba un espacio importante en la
publicación mensual a su cargo, además de extenderle una gran felicitación por
la magnífica pluma que había demostrado en su primera entrega, porque sí,
efectivamente era la primera de muchas otras más que le aceptarían.
La revista digital en cuestión,
abría las posibilidades de divulgar diferentes temas y autores, tanto
experimentados como novatos, que le permitía llamar la atención de los más
diversos lectores. La publicación cuidaba los detalles de tipografía,
ortografía, redacción y contaba con las imágenes más atractivas que ilustraban el
contenido variopinto.
Con la emoción desbordada, se condujo
hacia la estancia de su casa, al tiempo que hacía un llamado muy especial a sus
hermanas y madre, como si convocara a una junta donde se tratan asuntos
delicados, lo que intrigó a su familia, que suspendió sus actividades y corrió
al punto de encuentro para enterarse de lo que trataba tal reunión. Una vez congregadas,
procedió a dar lectura a su cuento recientemente publicado.
Tomó una honda respiración y
empezó con el título “El reverso de la medalla”. Hizo una lectura en voz alta
con una perfección impresionante, como si se encontrara ante un auditorio enorme,
repleto. La inflexión daba paso a una historia palpitante, en la que estaban
presentes el amor, el desamor, la pasión y el misterio, pero también la
diversión que encerraban algunos pasajes chuscos.
Su breve concurrencia vivía el
relato con tremenda exaltación, expresada en cada semblante y en el ritmo de
sus risas, a veces discretas. Lo más conmovedor fue el broche de oro de la
historia. El final más inesperado le dio un colorido emocional tal, que todas
deseaban un relato interminable.
El alboroto de sus hermanas y su
madre afloró con los comentarios más amenos, las opiniones más frescas acerca
del cuento que acababan de escuchar, sin saber que había sido narrado por voz
de la propia autora, quien compartió la emoción con ellas, pues al hacer esa
lectura, su sensación era muy parecida a la que tuvo cuando escribió el relato
al imaginar cada escena, la trama, el lugar; cuando pensó en las palabras que
incluiría para hacerlo más claro, entretenido, gracioso.
Sus hermanas preguntaron qué
publicación era, quién había escrito la historia. Se las mostró y se percataron
que ella era la autora, se deshicieron en felicitaciones y en buenos deseos
para animarla a continuar en la creación de cuentos atractivos para la edición
mensual de la revisa.
El único que faltó fue su gran
amigo, quien supo guardar el secreto que le había confiado.
Seguramente tu eres la protagonista de ese cuento, un abrazo
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