DON ÁNGEL (Última parte)
Irma Barquet
Dolores Rodrigo Arranz
La primera parte de este relato da
cuenta de la vida de Don Ángel antes de llegar a México y acerca de su travesía
a nuestro país; en la siguiente entrega, se abordaron algunas anécdotas
relativas a su vida laboral y al poderoso Chevrolet que solía manejar.
Continuamos con la narración de algunos otros acontecimientos que nos recuerdan
al personaje de esta historia:
Hacía honor a su nombre, pues
tenía “mucho ángel” en su trato con las personas. Era un excelente conversador,
siempre informado, contaba con una cultura muy vasta, por lo que sus pláticas
eran muy interesantes. Con frecuencia provocaba la risa de sus interlocutores
cuando contaba algún chiste pues le faltaba chispa, entonces la gente reía no
por el gracejo en sí, sino por la forma en que lo narraba.
Casi cada fin de semana acostumbraba
llevar a sus nietas al hotel La escondida, en Tehuixtla, Morelos, cuyo
propietario, Don Paco, paisano de Don Ángel, le reservaba una cabaña, siempre
la misma cada vez que acudían, a la que le hizo varias mejoras para garantizar
que la estancia fuera placentera y cómoda para su familia. Era un maravilloso
lugar en donde el principal atractivo era la alberca. Don Ángel jugaba frontón
todas las mañanas, mientras las niñas nadaban y jugaban con los hijos de otras
familias. Las comidas que ofrecían eran preparadas al puro estilo español,
recordamos el sabroso sabor de los caracoles confeccionados con esmero. Pedro y
Elpidio, empleados de Don Paco, cazaban aves y conejos, materia prima para
suculentos platillos que ellos mismos servían en la comida, cuando desempeñaban
su rol como meseros, además de ser anfitriones de sus huéspedes, para
garantizar los mejores días de descanso; también fungían como camaristas.
Don Chema Quintana, dueño del
almacén El nuevo mundo, también era visitante frecuente de La escondida, junto
con Don Abelino, propietario de la famosa tienda de ultramarinos La puerta del
sol, amigos de Don Ángel, con quienes compartía el descanso, la diversión, la
práctica de algunos deportes y la convivencia familiar.
Don Ángel, convertido en el
abuelo de las amigas de sus nietas, permitía que todas jugáramos y echáramos
relajo en su casa, en aquel jardín tan grande y tan bien cuidado, donde
predominaban los alcatraces cundidos de mayates, que, amarrados a un hilo, los
hacíamos revolotear, como si fueran avioncitos vivientes. Había columpios en
los que ocupábamos gran parte de nuestro tiempo libre, al simular que volábamos
velozmente, con el viento en nuestro rostro; nos deslizábamos aceleradamente en
la resbaladilla perfectamente enjabonada. Éramos unas niñas felices, reíamos y
disfrutábamos de todos los juegos tan divertidos, inventados por nosotras… Tremendas,
dábamos mucha lata.
En la sala de televisión,
generalmente los domingos, Don Ángel veía los toros, nuestra memoria viaja a
esos momentos: obviamente era una TV en blanco y negro, pero no se perdía las
corridas dominicales transmitidas desde la grandiosa Plaza México, con los
magníficos carteles que se presentaban en las temporadas de la fiesta brava.
En ocasiones, los discos
(acetatos) sonaban agradablemente en su casa. Su principal pareja de baile era
su hija, Esperanza, bailaban al ritmo de los nostálgicos tangos. Ponían en
práctica los pasos inconfundibles: giro con barrida, con traspié y boleo,
adornados con el porte magnífico en la ejecución tan armoniosa. Nosotras éramos
su público. Los mirábamos embelesadas.
El sueño de toda su vida era
volver a España y llevar a su familia completa. Sin embargo, a la muerte de Franco,
su situación era diferente como para empezar nuevamente en aquellos lares. Sus
nietas ya eran unas jóvenes que habían iniciado sus propias familias y la idea
de regresar a su tierra natal, significaba perder todo lo que había construido en
México, en cuanto a las cosas tangibles e intangibles por las que tanto se
había afanado.
El último suspiro que emanó, el día 5 de enero de 1986, Don Ángel puso el punto final a su vida, en esta tierra
hermosa que lo recibiera con los brazos abiertos, en donde descansa en paz y lo
recordamos cariñosamente, con alegría, siempre.
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"RECORDAR ES VOLVER A VIVIR". TU RELATO ME TRASLADÓ A UN MÉXICO MARAVILLOSO,LLENO DE OPORTUNIDADES Y DE GENTE BUENA,HONESTA Y TRABAJADORA. EN CADA FAMILIA VIVIMOS HISTORIAS SEMEJANTES,CON DISTINTOS PERSONAJES,Y AL RECORDARLAS REVIVIMOS LOS MOMENTOS DURANTE LOS CUALES SE DIÓ NUESTRO CRECIMIENTO Y FORJAMOS NUESTRAS PERSONALIDADES. LOS QUE SE NOS ADELANTARON SIGUEN VIVOS EN LA MENTE DE QUIENES LOS RECORDAMOS.
ResponderBorrarSIEMPRE ES UN PLACER LEER TUS ARTÍCULOS. SALUDOS.
Una historia contada por una gran persona. Y la segunda entrega, en la que me ganó el tiempo y no pude escribir, vino a mi mente el recuerdo del Chevrolet de mis padres en el que aprendí a manejar. Un abrazo
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