RAFAEL
Irma Barquet
Llegó a la Ciudad de México, siendo
muy joven, procedía de una localidad michoacana, aunque ahí no nació, fue donde
creció, al lado de su familia, compuesta por su padre, su abuela, su abuelo y sus
hermanos. Perdió a su madre desde muy pequeño, por lo que su padre, su abuela y
su abuelo fueron figuras muy importantes, en todas las dimensiones de su vida.
La capital del país mexicano le
dio la bienvenida en aras de proporcionarle la formación profesional que
buscaba, lo que le abriría paso en un futuro no tan lejano, así que, se aplicó
para sacar adelante una carrera del área de la ingeniería en una prestigiada
institución nacional.
Su padre le apoyaba para que
cumpliera su sueño de convertirse en ingeniero, así como en la parte económica,
aunque eran tiempos difíciles pues le representaba un gran esfuerzo enviarle cierta
cantidad de dinero para que solventara sus gastos, aunque ésta nunca era
suficiente… vivía en la “quinta pregunta”, como suele expresarse.
Esa y otras razones, le obligaron
a buscar un lugar para radicar que estuviera cerca de la escuela a la que
asistía, pues le reportaba ciertos ahorros en tiempo y dinero, para cumplir
con sus clases.
Aprovechó la oportunidad que le
diera su alma mater en el aprendizaje del idioma inglés, lo que le permitió
avanzar en su dominio y dedicarse a la traducción de manuales técnicos de
algunos equipos especializados, con lo que podía echarse un dinero a la bolsa y
seguir adelante con sus planes... Me tocó ver que lo hacía.
La comida con fundamento, como
dicen en España, no era algo de lo que podía gozar, obligado por las
circunstancias. Responsabilizarse por sí mismo fue una labor que llevaba
religiosamente: preparaba los alimentos, lavaba su ropa, proveía lo necesario
para subsistir, asistía a clases, en fin, todo lo que implicaba, aun en
términos precarios, pues buscaba lo que podía adquirir con su ingreso.
Expresó interés por la lectura
pues la institución donde cursaba sus estudios, era de corte técnico, por lo
que sintió atracción en los temas de índole humanista. Empezó a adentrarse en
la aventura que implica la lectura de algunos libros cuyos contenidos le daban
la pauta para platicar y expresar su opinión al respecto.
La convivencia con la familia de
la casa donde vivía, le abrió canales de comunicación y contacto con otras
cosas que eran, algunas de ellas, nuevas para él. Participaba de los festejos
navideños y otras celebraciones, en las que departía con los invitados. Se
preocupaba por tener un comportamiento intachable y solía preguntar lo que
desconocía.
Llamaba su atención lo
concerniente a todo lo que implicaba tener una buena mesa, a la
disposición correcta de los utensilios que formaban parte del conjunto en
general, la comida y la forma de tomarla, las bebidas y las diferentes
combinaciones de sabores en platillos que salían de lo común.
La vestimenta para las diferentes
ocasiones también era tema que le interesaba: la combinación de textiles en
texturas y colores, el uso formal de la corbata y el brillo en el calzado.
Le faltaba muy poco para terminar
su carrera, cuando se enteró de la búsqueda de personal que hacía una empresa
japonesa. Estaba reclutando personas del sexo masculino, recién egresadas de la
carrera de ingeniería, con dominio del idioma inglés y que jugaran fútbol.
Cuando esta noticia llegó a sus oídos, Rafael titubeó pues cumplía a cabalidad
todos los requisitos menos el de jugar fútbol.
Las personas con las que vivía lo
motivaron para que se presentara ante esa industria como candidato para cubrir
el puesto que tenía disponible, pues lo que hacía falta era un poco de entrenamiento
físico para dominar el balón en las canchas y solventar los requerimientos en
su totalidad.
Convencido de que podía hacerlo,
se dio a la tarea de levantarse de madrugada, todos los días, para salir a correr
y ganar condición física para entrenar lo referente al balompié,
que representaba un pequeño reto, pero nada que no pudiera realizar.
Llegado el momento, se presentó
como candidato ante un equipo de personas encargadas, en la Ciudad de México, del
reclutamiento y selección de los jóvenes que necesitaba la empresa japonesa. Lo
convocaron a la primera entrevista, cuyos resultados lo impulsaron para
continuar con el proceso.
El equipo de reclutadores estaba
muy bien organizado, pues cuando Rafael había pasado las primeras fases del
proceso, le asignaron una persona para que le enseñara la lengua nipona, actividad
que integró al resto de sus obligaciones profesionales, de tal manera que,
cumplido el plazo establecido, ya tuviera las bases para comunicarse en dicho
idioma.
El siguiente paso era conocer a
la familia del candidato, así que las personas con las que vivía, organizaron
una espléndida cena con la que recibieron al padre y a la abuela de Rafael y al
equipo de buscadores de personal para los japoneses. La cena consistió en una
deliciosa pasta tipo italiano, pechugas de pollo en salsa blanca con ensalada
verde y fresca, acompañada de vino generoso que hiciera el maridaje perfecto.
El broche de oro, fue un gran postre que coronó con su sabor, tan amable
evento.
Familiares y personas allegadas,
se sintieron llenos de júbilo y regocijo de que el equipo de reclutadores,
junto con el personal de la empresa japonesa, hubiera puesto sus ojos en Rafael,
pues el resultado final fue favorable.
El trabajo consistía en fungir
como supervisor en la planta productora ubicada en alguna ciudad japonesa, así
como liderar el equipo de fútbol conformado por empleados de la misma. Rafael,
junto con otros dos muchachos, viajó a aquellas tierras lejanas, dispuesto a vivir esa gran aventura que le proporcionó el destino, o la vida, o Dios, o
lo que haya sido…
Recuerdo que cuando lo acompañé al
aeropuerto para que se desplazara a aquella ciudad oriental, la despedida fue
muy fuerte porque sabía, en el fondo, que sería la última vez que lo vería.
El tiempo que Rafael pasó en esa
planta, lo catapultó para mejores ofrecimientos laborales, lo que indicaba que
había adquirido experiencia en los sistemas japoneses de trabajo, el dominio del
idioma y la aplicación de sus conocimientos ingenieriles. Viajó por asuntos profesionales
a tierras orientales. Aplicaba y adquiría nuevos saberes. Continuaba con su
progreso y a la vez se daba a conocer en el ambiente industrial.
Después regresó a una ciudad
fronteriza en México, para trabajar en otra empresa. Siguió su trayectoria en
industrias de otros lugares del mundo.
Conoció a la mujer con la que formó
una familia y comparte su vida. Actualmente radican en Chicago.
Compartimos muchas cosas en esos años que, cuando las evoco, me dan ganas de reír nuevamente y de llorar por la añoranza. Hace poco tiempo tuve la oportunidad de encontrarme nuevamente con Rafael y conocer a su esposa, a su hija y a sus hijos, para quienes, seguramente, él es el mejor ejemplo a seguir.
Tuve la oportunidad de conocerle durante el tiempo que le tomó estar en la Ciudad de México, mientras
estudió su carrera profesional, hasta que se fue a Japón, porque vivió en mi
casa esos años.
Establecimos un lazo afectivo tan
importante que considero a Rafael mi hermano y de quien me siento orgullosa.
Hola Doctora brillante narracion y biografía de Rafael, como siempre, excelente felicidades
ResponderBorrarComo siempre doctora Barquet, es un gusto leer sus documentos literarios ,que seguramente más de uno son también parte de su experiencia personal y profesional , reciba un fuerte abrazo y saludo afectuoso.
ResponderBorrarQuerida Irma, cómo siempre, un gusto leerte. Un abrazo a la distancia
ResponderBorrarHola Irma - sin palabras, y mejor narrativa de la que el personaje podría hacer. Un infinito agradecimiento hacia toda la familia y efectivamente mi hermana por extensión. Una reflexión invaluable . Saludos.
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