LAS MELÓDICAS
Irma Barquet
El destino fue Cuernavaca, ya que después de organizar el
fin de semana que pasarían juntas, se facilitaba pues la casa prestada estaba
desocupada y era la magnífica opción para un pequeño grupo de universitarias
deseosas de pasar una experiencia diferente y relajada, fuera del bullicio
citadino.
Las seis maravillosas chicas que formaban este grupo, se
autonombraron “Las Melódicas”.
La organización fue excepcional: se hizo la repartición
para que cada una se hiciera cargo de proveer lo necesario para cubrir las
comidas del día, en total sumaban seis, así que, sin problema, una para cada
integrante del grupo. Diseñaron el menú para evitar repeticiones. Fue
maravilloso, pues se esmeraron en preparar y llevar todo para cubrir con la
expectativa creada en cuanto a la convivencia que amerita el tiempo de tomar
los alimentos.
El viaje se hizo en dos automóviles: en uno iban Mony,
Miren y Tony, quienes eran novios y él dueño de la casa; en el otro, viajaban
Ady, Mono, Tere y Mimy. Una vez mostrado
y entregado el recinto, Tony se despidió y se fue de regreso a la gran urbe.
Llegaron el viernes en la noche, temprano, así que lo
primero que hicieron fue organizar el fin de semana, de tal manera, que se
combinaran equilibradamente el descanso, los paseos turísticos y la diversión
nocturna, pues en esos momentos había lugares para bailar que estaban de moda
y, de ninguna manera, se podían quedar sin pisarlos, mover el esqueleto y
escuchar la música que estimulaba los sentidos para una noche sabatina de
reventón.
Para los desayunos había huevos revueltos con jamón, café…
Las comidas se componían de tres tiempos, caseras y deliciosas. Las cenas
diferentes y suculentas. Era como si estuvieran compitiendo para ganarse el
mejor lugar como anfitrionas.
También el ambiente fue preparado minuciosamente, pues
todos los detalles de las bebidas y la música para amenizar los diferentes
momentos, estuvieron a la altura. No faltó quien se hizo cargo de proveer los
discos (acetatos) y el aparato para escucharlos, con el detalle de toparse con
música sacra que se encontraba en la funda del disco equivocado. Las carcajadas
se dejaron escapar como si fueran tremendas explosiones.
La emoción del anhelado fin de semana y la gran oportunidad
de convivir, les dio a estas jóvenes amigas los temas de plática interminables,
con los que desafiaban el tiempo que velozmente corría sin piedad, hasta que
las vencía el cansancio y el sueño, que duraría hasta muy avanzada la mañana,
que debían aprovechar para llevar a cabo sus divertidos planes.
El arreglo personal, que implicaba tomar el baño matutino,
desató situaciones inesperadas: se percataron de la imposibilidad de prender el
boiler… ¡Pequeño detalle! Por lo que tuvieron que templar los nervios con el baño
de agua fría. No conformes con eso, al correr el vital líquido, se estimuló un
gran desfile de cucarachones que salían despavoridos por el desagüe de la
regadera, lo que las hizo gritar con euforia, por turnos.
Las que ya habían salido del baño, acudían al rescate de
quien se duchaba, al tiempo de los gritos “¡no me vean!" y las carcajadas,
los insectos corrían en busca de otro refugio… esas cucarachas parecían los
panes tradicionales conocidos como “campechanas".
Tomar los sagrados alimentos eran momentos donde se
mostraba el compañerismo y el entusiasmo por esa gran aventura, útiles para
afinar los detalles del paseo por la ciudad, que disfrutaban enormemente desde
que las seis abordaban el estrecho automóvil… todo era parte de la diversión.
De regreso a la casa, se arreglaron para irse a bailar.
Todas lucían muy majas, como dicen en España, listas para solazarse con tan
magníficas acompañantes, en ese lugar de moda tan comentado y tan recomendado.
Muy mesuradas pidieron una copa mientras el ambiente se
prendía… Echaban ojo para detectar al personal potencial para hacer pareja y
balancearse al ritmo de las rolas ochenteras, que provocaban practicar los
pasos más actuales, para dejar a la concurrencia boquiabierta, patidifusa y
nalguicuadrada….
Al calor de la segunda copa, empezaron a acercarse los
muchachos más guapos y perfumados de la comarca, por lo menos así lo pensaban
estas lindas chicas. Las peticiones para bailar no se hicieron esperar. Todas
estaban en la pista de baile, salvo Miren, pues el argumento más convincente
que tenía era: “No, gracias… tengo novio…”.
Los chicos se mudaron a la mesa de las Melódicas y se armó
tremendo relajo y diversión. Continuaba
la música y el baile. Pasada la medianoche, en esa “disco", apócope de
discoteque, así se llamaban los lugares para ir a bailar, en aquellos años… (Ahora
les llaman “antros"… ¡qué feo!), el ritmo de la música cambiaba y empezaba
“la hora cuchicuchi"… La agitación disminuía y las canciones eran
romanticonas, “el bello pretexto para abrazarse”.
Dada la hora, las melódicas tenían que retirarse a sus aposentos,
pues al día siguiente tenían que regresar, se despidieron de los muchachos,
quienes querían seguir la fiesta.
Salieron del lugar y los chicos las alcanzaron, para
pedirles, rogarles, suplicarles que se quedaran otro rato. Ady, con su persuasiva
explicación, les dijo, con su carita de ángel: “Ya nos vamos, porque nosotras
somos unas chicas indecentes"… ¡Qué barbaridad… cuando mejor tenían que
quedar! Tuvo un lapsus linguae, al querer decir “indefensas y decentes",
al mismo tiempo…
Acto seguido, las Melódicas abordaron el auto, sin mayor cuidado,
y se dieron a la fuga… cuando se percataron que los chicos las perseguían.
Mono, que iba al volante, sacó la Fittipaldi que llevaba adentro y a cierta
velocidad, tomaba diferentes calles para despistar a los perseguidores, sin
tener mucho éxito, pues los volvían a encontrar… La persecución duró más de una
hora… ¡Qué nervios!
Las Melódicas llegaron sanas y salvas, muertas de risa…
felices… además, cada una traía anotado el teléfono de su respectivo galán,
menos Miren, porque tenía novio.
El siguiente lunes, en la Universidad, no paraban de reír y recordar la odisea. Llevaron campechanas para el café… pues desde ese fin de semana, las Melódicas eran unas chicas indecentes… Y son amigas adoradas todavía...
Irmita querida, me has hecho recordar y reír. Que tiempos tan dulces, sanos y sobretodo divertidos. Amistad, divino tesoro. Gracias. Un abrazo.
ResponderBorrarHola mi querida Dra y adorada escritora, como siempre tus lecturas me hacen recordar también historias semejantes de esos tiempos con mis compañeros de escuela,
ResponderBorrarFelicidades y bendiciones
Papachos
Qué divertido relato, me encantó, hiciste que recordara tiempos padrísimos, sobre todo con la descripción "indefensas y decentes", así pasa cuando te ganan los nervios y la emoción.
ResponderBorrarAbrazos querida amiga 😉
Hola Irma, segurito que esa aventura la viviste en carne propia!!! Un abrazo
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