IBÉRICO
Irma Barquet
Era mi primer día en Buenos Aires. La noche anterior, mi llegada,
fue emocionante y con una recepción única. Esta nueva mañana me traía mucha expectación
y emoción de aprovechar al máximo los días de mi estancia en aquella hermosa
ciudad.
En la víspera de carnaval, la ciudad estaba materialmente
dormida, los tres días feriados, se notaban en la falta de movimiento en las
calles, los comercios cerrados en la zona del centro. Lo cual me facilitó
salir a explorar los alrededores de la ubicación donde estaba hospedada.
Recorrí la Plaza Lavalle, que adopta su nombre por un militar y político
argentino, Juan Lavalle, héroe de la independencia. El espacio es bastante
extenso y se puede apreciar la columna donde posa el monumento ecuestre del
mencionado prócer, además de edificaciones importantes para el ámbito académico
así como el Palacio de Justicia y la Corte Suprema de Justicia. Llamó fuertemente mi atención encontrar un busto de Miguel Hidalgo y Costilla. Me
sentí en casa.
Continúe mi caminata para explorar el terreno y fui a dar a la Calle
Corrientes, famosa por ser el corazón que bombea la sangre y da vida a la
actividad cultural. Es una avenida muy prolongada y, los mapas que no dejan
mentir, señalan que atraviesa cinco barrios. Encierra mucha historia ya que
fue recorrida por personajes como Carlos Gardel y Jorge Luis Borges. Estaba en
remodelación, lo que complicaba un poco caminarla. Sin embargo, como un
poderoso magnetismo, me detuve en varias librerías… ¡no lo pude evitar! Tuve la
oportunidad de regodearme con cuanto título aparecía por mi vista.
De pronto mi organismo reclama, como es costumbre, una magnífica dosis de cafeína y es cuando me doy a la tarea de buscar un lugar para
satisfacerla. Continué mi caminata sin un rumbo fijo debido a mi
desconocimiento del lugar y, afortunadamente, se me apareció, en la calle
Córdoba, el Ibérico. En ese lugar pedí un café americano con crema y fue genial
que me dieran un expresso con un sombrero de crema chantilly… ¡delicioso! Lo
que me hizo reflexionar en las diferencias que tenemos en gustos, en el lenguaje,
aunque se trate de español (o castellano, como ellos dicen) y que había que
cuadrar algunas cosas para evitar decepciones gastronómicas y de bebidas.
Fue un rato maravilloso que pasé en el Ibérico, pues al paladear el
café acompañada de una lectura breve, provocó que se exacerbara mi actitud receptiva, porque quería registrar en mi
memoria todo lo que sucedía.
El Ibérico es un restaurante y café que tiene un menú bastante
extenso, supuestamente su especialidad es de comida española, pero no probé
mejores empanadas en todo Buenos Aires, como las de ese lugar.
Hicimos del Ibérico nuestro lugar para la comida, además de
agradable, sabroso y buen servicio, estaba a la mano… En cuanto llegaron mis
primas, después de un viaje largo, les enseñé el restaurante. A partir de ese
momento, gozamos de las delicias porteñas y con la mejor de las suertes de
toparnos con Hugo, quien nos atendió todos los días.
Nuestra idea era probar la comida argentina que presume de tener
muy buenos cortes: churrasco, bife de chorizo y demás tentaciones. De entrada,
no podían faltar las empanadas de queso, de espinacas, de chistorra… como
aderezo principal, solíamos pedir chimichurri. Los platillos espléndidamente servidos y con muy buena sazón… Los postres son un manjar: el favorito,
tiramisú, flan… A todo esto, el agradable ingrediente de la cortesía de Hugo,
quien, además de procurarnos siempre en la comida, nos daba tips para visitar
lugares.
Cada tarde, después de comer y pasar un rato lindo, advertíamos a
Hugo: “mañana nos vemos…”. Él se esmeraba por tener siempre una mesa dispuesta
para nosotras. Era muy divertido cuando intercambiábamos temas comunes, cuando
yo imitaba el acento argentino… En su día de descanso, recibimos muy buen
servicio de sus compañeros.
Adoraba ver la foto de Javier Bardem que tienen en uno de sus muros…
Pensaba muy profundamente en grabar ese sitio en mi memoria, en tener presentes
los sabores y los aromas. Eran muy agradables para mí esos momentos de
convivencia y de disfrutar del placer de la comida.
Espero regresar algún día al Ibérico… a Buenos Aires… recorrer sus
calles, saborear la comida y, obviamente, saludar a los cuates…
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