JAVIER



Irma Barquet

Fue a principios de este año cuando me puse en contacto con Javier para anunciarle mi viaje hacia su tierra hermosa, tan anhelada por mí… Le comenté que estaba todo listo para vernos allá y desde ese momento, pareció como si los planes fluyeran y las situaciones sucedieran en armonía y cuando tuvieron que ser.

De alguna manera me ayudó para dilucidar el estatus en aquella ciudad capital de Argentina, en cuanto al clima, el tipo de cambio en la moneda, con respecto al green money, la ubicación de hoteles céntricos y demás información que suele ser útil cuando los viajes se avecinan y se debe preparar todo para tener un excelente aterrizaje.

Cuando todo estaba listo, le envié mensajes por whtasapp y por correo electrónico para coordinar mi llegada y tener oportunidad de vernos y saludarnos, después de 4 años, en su última visita académica por mi tierra adoptiva.

Uno de sus mensajes decía: “Después si querés pásame los datos del vuelo de arribo que me gustaría ir a buscarte al aeropuerto internacional”… todo cuadraba bien para que Javier estuviera por mí a mi llegada… el corazón me daba un vuelco por la emoción de viajar a Buenos Aires y de ver a mi amigo… “Somos la heredad de Pablo”, como alguna vez me dijo.

La comunicación virtual era activa: Javier, en la víspera de mi llegada, escribió, textualmente: “Irma, cómo estás. Acordate que voy a estar esperándote…”. ”Hola, sí... estoy en el aeropuerto... en un rato más me embarco... te veo allá... gracias... estoy muy emocionada…”. “Me alegro mucho…Te veo en unas horas”.

Efectivamente esas horas fueron 9 desde la Ciudad de México, hasta Buenos Aires… La verdad fue muy placentero el viaje, aproveché ese tiempo para ver tres películas que recientemente desaparecieron de la cartelera cinematográfica… Nos ofrecieron de comer a cada rato, me imagino que para que el trayecto se hiciera menos pesado.

La comunicación escrita continuaba: “Llegué... estoy en migración…”. “30 minutos antes… Irma… Estoy en camino llego en 20… Entrando… Al aeropuerto…”. Así fue, en cuanto salí, venía Javier caminando hacia donde me encontraba. El abrazo tan fraternal de nuestro saludo fue increíble.

En el camino hacia la ciudad, los temas de nuestra conversación eran para ponernos al corriente de los últimos acontecimientos de cada uno. El trayecto era prolongado hasta que llegamos al Trixie American Dinner… este lugar que me remitió a las historietas de Archie. Una cafetería vintage… todo es como de las décadas de los 50 o 60. Me encantó el lugar, además, está ubicado en uno de los mejores rumbos de Buenos Aires.

La cena transcurrió entre planes para volvernos a ver durante mi estancia, las posibilidades de hacer alianzas entre las instituciones en las que trabajamos y las ocupaciones que él tenía… Posteriormente, a altas horas de la noche, me llevó al hotel.

¡Fue la mejor bienvenida que pude haber tenido!



Dos días después, visitamos juntos el Parque de la Memoria, en el Río de la Plata. Lugar en donde está el monumento a las víctimas del terrorismo de Estado. Enorme espacio público en el que se aprecia lo apacible del río y el sol resplandeciente y grandes áreas verdes, con esculturas, estructuras conmemorativas y placas con los nombres de los mártires de aquella época, señalizaciones urbanas como códigos. Fue un paseo muy lindo y que me permitió conocer un poco de la historia de la Argentina.

La jornada terminó con un brunch en un restaurante muy original en cuanto al menú que ofrecen. Degustamos deliciosos platillos, lo mismo que vistosos, acompañados con diferentes maneras de servir té, en los que se combinan intensos sabores que hacen estremecer al paladar.

La siguiente ocasión que coincidimos, fue el último día que pasé en Buenos Aires. Para ponernos de acuerdo, nos enviamos mensajes por escrito: “Irma yo tengo que ir a hacer un trámite al centro, pero tengo que ir en transporte público… estoy medio complicado pero me gustaría darte un abrazo y llevarte un regalito que traje desde Córdoba para vos… yo tengo que estar en Esmeralda al 100 como a las 12…”. “Sí, a mí también me gustaría darte un abrazo”… “Eso es en la esquina del obelisco a unas cuadras…”. “¿Te busco ahí?”…

Para ese encuentro caminé por muchas calles del centro de la ciudad porteña, pero está tan bien trazada, que es muy fácil la orientación hasta para una persona que nació sin rosa de los vientos, como yo…

Fue un rato espléndido, con sabor a despedida… lo que me “pega durísimo”. Ese día, después de conversar un poco y tomar un café, cada uno tomó rumbos diferentes por esas calles del centro bonaerense.

Tres reuniones muy significativas para mí, pues ahora me tocó estar en su territorio. Con las pláticas y los planes que nos ocupaban, además de las remembranzas de quien tuvo la buena mano de presentarnos, Pablo, que siempre estará entre nosotros.

¡Gracias, Javier, por ser tan buen anfitrión y por ser tan buen amigo!

Comentarios

  1. querida Irma... tu amistad y que nuestro querido tutor, maestro, amigo y mentor Pablo se recree en nosotros, es algo que remite a la trascendencia en su sentido más profundo, gracias por el relato y el afecto que transmiten tus palabras...un abrazo grande y con la esperanza de reencontrarte pronto...

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  2. Tan buen relato Dra. Barquet como siempre atrapa de principio a fin. Abrazos.

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