PARA AHMAR*, UNA EMOTIVA MISIVA

 

Irma Barquet

Querida Ahmar:

Recuerdo cuando te conocí, estaba muy inquieta hasta tu llegada inesperada, sorpresiva. Me puse un poco nerviosa, con muchas dudas, con incertidumbre. Constantemente me preguntaba ¿cómo tratarte? ¿qué ofrecerte? ¿qué necesitabas para estar confortable? La constancia hizo que me sintiera más cómoda cada vez que te veía, pude encontrar, en mi vida, el sentido a tu presencia. Tú, como la soprano de mi ópera prima, en tu espléndido debut, imprimiste el colorido emocional en el que se exacerban todos los sentidos, las sensaciones intensas, casi exageradas, propias del humor de las telenovelas.

Acumulé muchas enseñanzas gracias a ti, Ahmar: Observar la luna y sus mareas, dejar fluir y sentir cómo se liberaba mi cuerpo, escuchar mis emociones y el calor de mi piel, percibir mi voz de mujer, dejarme habitar por tu fuerza y re-conocer tu más profundo significado en mi ser. Tener tacto y moderación, guardarte en secreto, como si nadie tuviera que saber de ti. Aprendí a leerme, a saber cuándo necesitaba descanso, chocolate o silencio. Me enseñaste que mi cuerpo también escribe su propia poesía, húmeda, cíclica y sabia.

Tu sentido del humor es fantástico en ocasiones, tu llegada inesperada se manifestaba fehacientemente, pues dejabas una huella casi imborrable, entonces, me daba risa, y podía pasar por alto tu inocente crueldad. A veces, me hacías enojar porque ya tenía planes y, contigo, se echaban a perder. Fuiste incómoda, inoportuna y dramática… ni modo. Hay que conocerte para comprenderte.

Siempre marcaste el ritmo, aunque todo marchara en orden. ¡Fueron tantos años juntas! Compartimos confidencias, días, noches…, fuiste mi vieja cómplice. Me acompañaste en mis primeros secretos, en los sustos, en los espejos empañados de curiosidad. Compartimos amores, cuerpos, pieles y camas. Alguna que otra vez llegabas justo cuando el deseo florecía, como si quisieras recordarme que el placer y la vida caminan juntos, aunque tú pusieras tus propias condiciones.

Mi excusa perfecta para el descanso.

Te confieso que fuiste intensa: gozosa, caprichosa y a ratos teatral. Pero también fuiste como la pleamar que me conectaba con algo profundo, casi sagrado. Aprendí a leer tu ritmo, a esperarte, a maldecirte, a agradecerte. Como una amante impredecible, me enseñaste a escuchar mi cuerpo y a reconciliarme con su poder.

Ahmar, querida, hace tiempo que nos dijimos adiós, despedida que fue harto difícil, pues dejaste secuelas irremediables que le dieron cabida a una nueva fase en mi vida. Te fuiste, me dejaste experiencia, serenidad y nuevas formas de habitar mi cuerpo. Mi corazón agitado, te dijo “hasta nunca”, lleno de gratitud, en buena lid, con un travieso guiño y una espléndida sonrisa. Te fuiste, pero algo de ti se quedó conmigo: una memoria en la piel, una corriente que sigue latiendo por dentro, aunque ya no se vea.

Adiós, vieja Ahmar, amiga, enemiga, maestra. Nos tuvimos durante décadas y, en cada gota, dejaste una historia.

Cariñosamente,

Irma

*Ahmar, nombre árabe. Se pronuncia Ajmaru. Significa Roja, como el color.




Comentarios

  1. Que emotiva narración, una epístola magnífica a una amiga que fue una parte muy importante de tu vida, en momentos parece que Ahmar fueras tú misma en otro tiempo, me gustó mucho, como todo lo que escribes para ti y para nosotros

    ResponderBorrar
  2. Gracias por compartir y traer a mis recuerdos a Ahmar, un abrazo a la distancia.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

MI MÉXICO Y EL DE MI NIETA

ABUSO SEXUAL: EL CASO DE LUNA

EL CORAZÓN DE MI HERMANO