DESARROLLAR Y DIRIGIR TESIS

 

Irma Barquet

Parte de mi trayectoria profesional la he dedicado a dirigir tesis: de licenciaturas, de maestrías y de doctorados, siempre cuidando que aborden temáticas de las áreas de mi competencia, de lo contrario no le entro.

Dirigir una tesis es un trabajo arduo, que tiene muchas implicaciones, tales como el gusto por la investigación, el dominio de la metodología, el conocimiento profundo de la disciplina en cuestión, las normas utilizadas para dicho fin (ahora predominan las normas APA -American Psychological Association-), tener gusto por la lectura, contar buena redacción y ortografía, amplio vocabulario y conocimiento de la terminología adecuada, entre otras monerías.

Si bien esos son algunos factores de tipo técnico, es importante tener, también, ciertas habilidades personales y sociales como son la empatía, el trabajo en equipo, el sentido del compromiso, la honestidad, las habilidades comunicativas y las ganas de apoyar a las personas para que obtengan las cartas credenciales que garanticen su desarrollo y su ejercicio profesional como marcan los cánones institucionales y sociales.

A este respecto, tengo algunas anécdotas, pues, en la mayoría de las ocasiones, cuando estudiantes o egresados acuden a mí para solicitarme ser su directora de tesis, después de escuchar sus peticiones, les volteo la tortilla cuando les pregunto “¿En realidad quieres que yo sea tu asesora? Porque tengo un alto nivel de exigencia y me apego al rigor metodológico. Yo paso los trabajos por RX, microscopio y resonancia magnética ¿Crees que puedas con eso?” Casi todas las personas arguyen que eso es lo que necesitan para desarrollar su documento profesional, pero, a la hora de la verdad… se buscan otra persona que tenga características más suaves que las mías.

Me han pasado muchas cosas en la dirección de las tesis: empiezan con mucho entusiasmo y pronto abortan el proyecto. Ni siquiera adiós me dicen, me dejan como novia de rancho. El tiempo, el conocimiento y el talento invertidos en esas sesiones de trabajo se quedan sin pena ni gloria, es decir, sin reconocimiento profesional ni remuneración económica. Han sido muy malos negocios para mí, algunas veces.

El compromiso que conlleva dirigir una tesis es establecer un vínculo infranqueable entre el investigador y su asesor. El punto de partida es el dominio que cada uno tiene en el mundo de la investigación. Ambos tienen conocimientos amplios, se conjuntan y se capitalizan en el desarrollo de la tesis, que dará pauta al otorgamiento de títulos y grados académicos, a través de los exámenes profesionales que se sustentan.

Cada institución de educación superior tiene su modo de matar pulgas, es decir, lineamientos que es menester seguir al pie de la letra en cuanto a fondo y forma, para lograr la aprobación de las diversas instancias académicas previas al examen.

Entra en juego el prestigio profesional tanto de quien sustenta el título o grado, como de quien dirige el desarrollo y eso es evidente pues, en la mayoría de los casos, las tesis tienen en la pasta los nombres de ambas personas. Para mí eso es muy importante, no solo porque se genera un reconocimiento con valor curricular, sino porque la tesis es como una fotografía en la que aparecen las personas implicadas y el impacto que puedan tener en el ámbito profesional es determinante. Al final, la tesis es un documento público, al alcance de cualquier lector interesado.

El trabajo en equipo es un ingrediente fun-da-men-tal. La disposición de quien sustenta y de quien dirige la tesis a trabajar hombro con hombro, se consolida con el avance en el desarrollo de la investigación. Significa ir de la mano… No se debe abandonar el barco en la mitad del océano, ¡no se vale! La colaboración conjunta produce aprendizajes en doble vía y eso es valiosísimo. Sin este compromiso, no hay tesis.

El dominio de una disciplina implica el conocimiento de las diferentes formas de abordar las investigaciones en las perspectivas epistemológica, teórica y metodológica, amén de la habilidad en el procesamiento de la información, que abarca desde la búsqueda de fuentes de consulta y el conocimiento acerca de qué hacer con todo ese cúmulo de datos, para evitar perderse en la inmensidad.

Se le ha dado mucho peso a la originalidad de las investigaciones, para lo que se alude a la honestidad académica y así evitar incurrir en el delito de plagio. Actualmente, para hacer las revisiones a ese respecto de manera más cómoda, se utilizan plataformas digitales que se encargan de escanear los trabajos y de generar la relación de las fuentes de donde fue obtenida la información que contienen y así cuidar las formas… Cometer esa falta señala tanto a quien sustenta como a quien dirige el desarrollo de la tesis.

Desarrollar y dirigir una tesis no es un jardín de rosas, es un sinuoso camino, salen a relucir las características de las personas y su forma de manejar las “situaciones especiales”; hay lágrimas y risas; alegrías y tristezas; calma y desazón; tranquilidad y desesperación; fastidio y aliento; cansancio y… cansancio. Horas prolongadas de trabajo y consumo desmedido de café.

Antes de emprender esta aventura es conveniente cuestionarse: ¿En realidad quiero que esta persona dirija mi tesis? ¿Puedo asesorar este trabajo, quiero hacerlo? ¿Tengo tiempo? ¿Cuento con los conocimientos necesarios? ¿Soy capaz de seguir los lineamientos institucionales y metodológicos? ¿Tengo la disposición de involucrarme en el desarrollo del documento? ¿Cuento con las habilidades indispensables? Y… la lista es larga.

Depende mucho de las respuestas a estas preguntas para determinar que se cuenta con lo necesario para desarrollar y dirigir una tesis.

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Comentarios

  1. Reconozco tu valentía y dedicación al emprender ese trabajo de asesoría, que en ocasiones o quizá muchas veces es poco reconocido y mucho menos remunerado, pero lo importante es que queda te queda la satisfacción de haber realizado las cosas como Dios manda. Te mando un fuerte abrazo

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