EL HORROR A LO SIMPLE
Me complace mucho compartir este espacio con mi Invitado Especial: Es Ingeniero Mecánico Administrador, egresado de la UANL y del ITESM, con estudios
de posgrado en el IPADE. Durante 30 años desarrolló una gran experiencia en la Industria Automotriz, en la que ocupó diferentes puestos directivos en el Grupo
Desc. Actualmente se encuentra retirado, dirige un negocio propio. Estudia y
disfruta con temas de actualidad como son la educación y la ecología.
El autor de esta historia me envió la carta que a continuación presento. Espero que disfruten la lectura.
El autor de esta historia me envió la carta que a continuación presento. Espero que disfruten la lectura.
Arnoldo Vargas
Mi Estimada Irma:
Abriendo
un libro de Edward De Bono me llamó la atención que en la Introducción, él hacía
un homenaje al Pensamiento Simple. En ese momento vino a mi memoria una emotiva
experiencia que tuve en uno de mis
trabajos, y que quiero compartir contigo.
Era
el primer día que la Planta de Ejes Tractivos (Spicer) abría sus puertas
después de una larga huelga de seis semanas. El efecto de este hecho provocó el
paro de toda la Industria Automotriz en el país. Fue una de las huelgas más
impactantes en forma económica y política de esa época, ya que el Decreto de
Integración Nacional no daba la suficiente flexibilidad para que las Plantas
Armadoras pudieran, en ese entonces, maniobrar de inmediato con una proveeduría
alterna de emergencia.
Toda la Industria había sido desbastada, los patios de nuestros clientes no
fueron suficientes para almacenar una cantidad increíble de autos incompletos
(sin el eje trasero) que salían de sus líneas de ensamble. El daño estaba hecho
y no teníamos otra opción que recuperar de alguna forma el tiempo perdido para
aminorar un poco el impacto económico y, sobre todo, el tremendo disgusto de
nuestros clientes.
Como
Gerente de la Planta de Ensamble de Ejes, mi responsabilidad incluía, además de
las líneas de producción donde operaban 400 gentes, la logística del
abastecimiento de las plantas del Grupo y proveedores externos, el contacto con
los clientes para coordinar que las entregas de nuestros productos se
efectuasen de acuerdo a los programas de armado de sus vehículos. En pocas palabras, después de lo
sucedido y de allí en adelante, nuestro departamento llegó a ser el más solicitado en toda nuestra organización.
El
arranque de mi Planta de aquel día siempre lo recordaré. No fue un día común y
corriente. Resaltaba el desconcierto en la gente, había que organizar las
acciones y empezar a dar resultados de inmediato. En eso estaba,
concentrándome en mi tarea, cuando de pronto sentí que una mano amiga en
mi hombro me invitaba a mi oficina para hablar de un asunto muy importante: el
programa de entregas de ejes a nuestros
clientes.
Ya
en la oficina fue la voz del viejo Don Sebastián la que cobró valor,
exclamando: “Acabo de hablar con todos nuestros clientes y les he dicho que no
se paren en esta oficina, que entendemos profundamente el problema, pero que es
necesario que nos dejen concentrarnos en nuestro trabajo, para poderles dar el
mejor de los servicios. A cambio de esto les he dicho que tú y yo, el día de
mañana los visitaremos para entregarles un
plan de entregas para su pronta recuperación. La primera junta la vamos a tener
con la plana mayor de GMC a las 7.00 am en su Planta y de allí nos pasaremos
con los demás”.
Después de intercambiar algunas ideas y darme algunos consejos
Don Sebastián se despidió, no sin antes indicándome que estaría aquella tarde para
revisar los trabajos.
Fue
ese día el más corto de mi carrera, la adrenalina que empezó a fluir por mis
venas pronto se estabilizó al recibir la
fuerte ayuda de mi gente, que hizo
posible que aquel Plan pronto estuviera terminado. Con mucho esmero mi
secretaria, Maricela, había encuadernado las quince hojas que lo conformaban.
Todo estaba listo para la no muy deseada pero importante reunión, solo faltaba
la revisión de Don Sebastián; que en ese momento apareció en la puerta de mi
oficina.
El "viejo zorro" después de pedirle un café a Maricela, tomo el libro del Plan y con una paciencia extraordinaria lo
empezó a analizar hoja por hoja,
murmurando para sí y haciendo expresiones tales como estas: “Correcto,.. Muy
bien… extraordinario… Qué completa está la información, todo está aquí...”. Terminando
cerró la carpeta y subiendo un poco el tono de la voz, dijo: “¡Perfecto!”. Sentí de inmediato que el ambiente de la sala
se relajaba, la sonrisa de mis colaboradores me lo indicaban. Sin embargo duró
muy poco esta pausa, porque después de una breve reflexión, el Viejo volvió a
tomar la palabra y con una voz amable nos dijo: “Es un plan excelente. No tengo
nada que agregarle, pero para mañana… y para la gente que vamos a ver, esta
información no me sirve”.
Necesitaría
más hojas que las quince de mi plan de entregas, para describirles mi asombro y
la cara de mis colaboradores en ese momento. No podíamos creer que después de
lo escuchado, la información no fuese de utilidad. Nos quedamos todos callados
y llenos de confusión, hasta que las palabras de aquel estimado jefe nos fueron
relajando una vez más. Y continuó diciendo: “Escúchenme queridos jóvenes, en
esta información hay todo lo que queremos saber. Pero en la audiencia de mañana
van a estar muchos viejos lobos de mar, que no van a tener la paciencia de leer
lo que aquí hemos puesto. Necesitamos algo más simple…”. Y sacando del bolsillo
de su camisa una tarjeta en blanco del tamaño de una postal, nos dijo: “Quiero
las dos cosas más importantes de su trabajo en esta tarjeta”, y dirigiéndose a mi agregó: “Puedes usar los dos lados de ella para
que tengas más espacio, y nos vemos aquí temprano para llegar a tiempo a la
junta”.
Todo
un día de trabajo había quedado resumido en quince hojas y ahora el Director Comercial
del Grupo Spicer me pedía que lo sintetizara en una tarjeta postal. Quiero
decirte que fue en éste momento la primera vez que sentí el horror por lo simple. Un Plan de esa importancia no podía ser
tan simple como para ponerlo en una tarjeta del tamaño de una postal.
Le
pedí a mi gente que se fuera a su casa y como tenía poco tiempo me concentré en
el trabajo que necesitaba. Repasé una y otra vez cada una de las hojas del plan y poniéndome varias veces en los
zapatos de nuestros clientes, escogí dos cosas importantes para ellos. Con la
idea en la mente, el nuevo reto fue poner todo en aquella diminuta tarjeta. No tuve más que una opción
(ya que en aquel tiempo no teníamos las tecnologías de hoy en día); aplicar mis
conocimientos y habilidades en el dibujo y, a mano, completé mi trabajo.
Muchos
pensamientos pasaron por mí al releer el libro de Edward de Bono. Mi mente está más abierta y más receptiva
que hace 40 años, como para entender los
sistemas de pensamiento en el conocimiento humano. Ahora comprendo más las
enseñanzas de Don Sebastián y tantas oportunidades de convivir con gente de
experiencia en el trabajo, sus consejos y pensamientos intervinieron para
aumentar el conocimiento. La edad me ha puesto en otro ángulo de mi visión y mi mente tiene una base diferente de
percepción hacia las cosas. ¡Hoy me he vuelto a interesar en lo que es simple!
Dice
De Bono que él ha descubierto a través de los años (aunque no sabe por qué) que
para las mentes mediocres existe el horror a lo simple. Es posible que él tenga
razón, no quiero justificarme al pensar en mi falta de experiencia o mi edad de
ese entonces. Posiblemente si continuo con mi historia y te cuento lo que pasó después
en aquella importante junta, con aquella diminuta tarjeta, me pueda yo quedar
absuelto de una severa calificación.
De
Bono afirma que las mentes mediocres tienden más hacia formas o comportamientos
conservadores que a aceptar la actividad renovadora. Prefieren reaccionar ante
lo que se les expone. Son descriptivos y necesitan algo para poderlo describir.
Cuanto más rica sea la escena que se les presente, mas rica será su reacción y
mayor la sensación de éxito. Verse frente a algo que parezca demasiado simple le
produce la mayor inseguridad, y máxime, si la audiencia a tratar en una
organización es de un nivel pesado, donde el temor pudiese llegar a tal grado
que la simplicidad del concepto, pudiese ocasionar una reacción opuesta, donde
se presentara como la causa de una aguda disconformidad.
Creo
que el lector de estas líneas podrá estar ahora más comprensivo conmigo, cuando
se habla del horror a lo simple.
Continuando
con las ideas de E. de Bono, incluyo lo siguiente: Existen
personas que actúan y existen personas que describen. Las que actúan gozan de
la simplicidad, porque significa efectividad. Una descripción compleja puede
ser buena como descripción, pero falla en la acción. Los seres descriptivos se
horrorizan ante la simplicidad, y solo pueden ejercitar su ego siendo negativos y pseudo-inteligentes,
porque ser positivo frente a la simplicidad requiere mucho más talento. Los que
actúan están demasiado ocupados realizando cosas y no les gusta perder tiempo
en las descripciones complejas.
Hay
tres cosas que pueden ponerse de manifiesto respecto de lo simple: La primera es
que las cosas simples pueden ser muy efectivas en la acción (aunque muy
difíciles a veces de enseñar, precisamente a causa de su simplicidad). La
segunda, que cualquier cosa que merezca decirse, puede expresarse de forma
simple, como resumir un libro en una tarjeta postal. La tercera, es que cuando
se dice un pensamiento que resulta obvio, una vez que se ha dicho, puede no
haberlo sido antes. Y cierra sus comentarios diciendo que todo su material de
sistemas de pensamiento está dirigido a los que hacen cosas basadas en lo
simple.
Al día
siguiente, llegué más temprano que de
costumbre a la empresa, al cruzar la caseta de vigilancia el guardia me saludó
diciendo que ya estaba Don Sebastián esperándome en el estacionamiento. El Viejo
estaba al volante en su lujoso Ford Galaxie último modelo. “Buenos días hijo… ¿trajiste
la tarjeta?” me dijo con una gran sonrisa que me inspiró mucha confianza. Si
Don Sebastián, le contesté al momento de entregársela. De inmediato la puso en
la bolsa de su camisa y exclamó: “Vámonos y en el camino me la vas explicando”.
Cinco
minutos me duró la explicación y el viejo mostrando una cara de satisfacción me
invitó a cambiar de tema. Y terminando con una descripción completa de todos
los personajes que nos recibirían en la reunión, llegamos al inmenso portón
del estacionamiento de ejecutivos de GMC.
Indicó
de inmediato, el guardia, el lugar reservado para nosotros, nos pasó sin
registrarnos al interior de la empresa. “¡Mucha es la gente que hoy los espera,
es por esto que han abierto el auditorio!”
Efectivamente,
la plana mayor y los gerentes de área estaban ya en el salón, su cantidad
demostraba, la importancia que tenía ese momento. Además de la gente,
resaltaban algunos de los equipos (haciendo gala de la tecnología de esos
tiempos) para presentaciones importantes y eran notorios los documentos sobre
las manos de la mayor parte de los participantes. No faltó en el estrado la
presencia de las tres autoridades máximas de GMC. Horrorizado, sentí en ese
momento que estábamos frente al gran ejército romano en la época de Cristo.
“¡Qué
bueno que traje mi carpeta del plan de entregas!” Pensaba para mí, ante el contingente que tenía
enfrente. Saludamos y después de escuchar al unísono los buenos días, Don
Sebastián me indicó que nos fuéramos a sentar junto al último Centurión del auditorio.
El
CEO McDone se puso de pie y dio una instrucción para que la tecnología se
hiciera presente: un carrusel con diapositivas empezó a correr y a medida que
las fotografías se apoderaban de la pantalla. El calor de los ánimos apareció.
El ponente era un gringo típico de Texas, que hablando en su idioma no
necesitaba micrófono para hacer valer su autoridad. Después de una centena de
fotografías con vehículos incompletos que describían con mucho énfasis el daño
que por la falta de abastecimiento habíamos causado, llegó a la descripción de
los montos financieros, de repente su cara cambió a un color rojo de pocos amigos y, usando su mano
derecha, comenzó a dar golpes en el pódium, al mismo tiempo que una tos que lo
sofocaba, hacía que se incrementara el color de su cara. El ambiente de aquel
auditorio estaba muy tenso. No tenía ni idea que iba a seguir después de 30 minutos de
aquel discurso. Pero allí estábamos un viejo de 78 años y yo, de 27.
El
aumento de los golpes, no evitó que Don Sebastián se pusiera de pie, y luego de
decirme: “Espérame aquí un momento”, se dirigiera al pódium, parándose erguido,
muy de cerca, al lado del excitado ponente.
Fue muy notorio que quería interrumpirlo, ya que éste alargaba su
cuello para interponerse entre su cara y sus escritos. Tanto fue la insistencia
que el ponente con voz firme exclamó: “¡¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué me
interrumpes?!”. Fue entonces que el viejo Don Sebastián sacó algo de la bolsa de su camisa y lo puso sobre los
papeles del ponente y entre murmullos y todavía expresiones violentas, el
ponente soltó una fuerte carcajada.
En
ese momento sentí que los ánimos tensos salieron por las ventanas de aquel
inmenso salón. La presentación se interrumpió y Don Sebastián continuó hablando
con el Texano McDone, y así cuando el auditorio que había permanecido callado
comenzó a murmurar. Entonces se escuchó la voz de Don Sebastián diciendo: “Esta
tarjeta es de aquel chamaco que vino conmigo y que tu ya conoces. Mi sugerencia
es que terminemos aquí esta reunión y tú y él se vayan a tu oficina para que te
explique lo que aparece aquí. Él es la persona más indicada de nuestra
organización para coordinar lo que sigue para adelante. Y yo me tengo que
despedir porque tengo que ir con otros clientes”.
Fue
muy fuerte el cambio en aquel texano,
que, en ese momento ayudaba al viejo a ponerse su gabardina para abandonar el
salón.
No
pasó mucho tiempo, cuando el personaje de aquel intenso discurso, se dirigió
hacia a mí saludando e indicándome con mucha amabilidad que lo acompañara a su oficina. En el camino
pasamos por la cafetería de la empresa y con una dona y un café nos pusimos a
trabajar en el plan de entregas de aquella memorable tarjeta.
Cuando
estuve de regreso en la empresa me dirigí a la oficina de Don Sebastián, donde
después de comentarle los detalles de la
reunión, tenía que satisfacer mi curiosidad, preguntando: “Dígame, Don
Sebastián, ¿qué fue lo que hizo para que cambiara el ánimo del Sr. McDone?” Su
respuesta muy seria y respetuosa: “Conozco a McDone desde hace muchos años, ya
ha sufrido dos infartos. Me dirigí a él para detenerlo, no quería que le diera
otro infarto. No sabía cómo hacerlo, y
se me ocurrió mostrarle tu tarjeta y al sacarla, salió primero la nueva
calcomanía de la SAE, de la cual es presidente, y se rió porque, sin darme yo
cuenta de lo que le entregaba, le dije, ‘en esta Tarjeta está la solución de
todos tus problemas…’. Bueno después de la risa, le entregué la tuya con tu
plan de entregas”.
Fue
aquello una gran experiencia. Muchas veces el lenguaje común no es suficiente.
No sé y nunca lo voy a saber, si ese noble viejo, había leído el libro: The
Mechanism of Mind, que explica cómo las redes de nervios del cerebro, forman
una clase especial de superficie informativa, que permite que la información
que entra se organice en modelos o secuencias, que algunos los llaman informaciones
en sistemas que se auto organizan… o si él en ese momento actuó con un sistema
de dispersión… o sería el consejo de Chucha o mi Abuela como él cándidamente,
lo decía.
Sin embargo
de algo si estoy seguro: aprendí mucho de él, me enseñó a tener confianza en
las adversidades del trabajo y a tenerle cariño a lo simple, porque detrás de
la simplicidad que él manejaba, siempre tuvo mucho más que dar, incluso años de
experiencia en el conocimiento que compartía con nosotros.
Recibe
un Abrazo.
Arnoldo
P.D.
Estimada Irma, yo casi estoy seguro que tu también conociste a este gran hombre
que fue Don Sebastián Aguinaga en la Industria Automotriz. Después te comentaré
acerca de Chucha que él platicaba.
TODA LA NARRATIVA ESTA EXCELENTE Y MAS TU AGILIDAD MENTAL, PARA ESCOGERLA PARA ESTA EXCELENTE ILUSTRACIÓN DE LO SIMPLE.
ResponderBorrarADEMAS QUE TUVE LA OPORTUNIDAD DE CONOCER A DON SEBASTIAN, ME TRANSPORTASTE A MIS HERMOSOS AÑOS EN VAM.
COMO SIEMPRE, ABRAZOS,BSSS. Y SALUDOS.
Gracias, rogelio verduzco castellanos, por tu comentario. Esta es la anécdota que escribió Arnoldo, que amablemente aceptó compartirla en este espacio. Abrazos.
BorrarGracias, rogelio verduzco castellanos, por tu comentario. Esta es la anécdota que escribió Arnoldo, que amablemente aceptó compartirla en este espacio. Abrazos.
BorrarIrma, gracias por compartir.
ResponderBorrarComentaba que este tipo de experiencias te marcan, y más cuando eres joven.
Sin duda esta oportunidad qué tuvo Arnoldo de "codearse" con viejos lobos, podría ser envidiable para muchos jóvenes de hoy que parecieran navegar en esa mediocridad que se menciona como forma de vida, y por comodidad.
El caso podría no tener fecha, y pudiera haber pasado ayer; una huelga innecesaria y costosa.
Me gustó la forma en qué Arnoldo describe con lujo de detalle su vivencia. Resulta una buena lectura y bien escrito. Felicidades Arnoldo
Gracias, Amado L. V., por tu comentario. Considero que esta anécdota nos es muy familiar. En la industria automotriz solían suceder imponderables que resultaron aprendizajes enormes que nos hicieron crecer como personas y como profesionales. Abrazos.
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