RIVAS MERCADO

Irma Barquet

La época de la posrevolución mexicana, en los años 20, del siglo pasado, es uno de mis temas favoritos, sobre todo por conocer la vida de las mujeres, ya sean mexicanas o que llegaron a este país por alguna razón. Me parece que sus características son, en general, de personas aguerridas, atrevidas, irreverentes y, casi todos los casos, son sobresalientes por algún talento artístico, cultural, o bien que fueron luchadoras sociales desde sus propias trincheras.

Entre varios personajes, encuentro a María Antonieta Rivas Mercado, mujer que sobresalió por haber desarrollado habilidades artísticas como la ejecución al piano y la interpretación en el baile. Nació en 1900, inicio de un nuevo siglo, marcado por cambios políticos y sociales. De rica cuna. En su infancia fue testigo de acontecimientos como el diseño y construcción de la columna, que equivocadamente la mayoría de la gente se refiere a ésta como “el ángel de la Independencia”, cuando en realidad es una victoria alada.

La icónica columna de la Independencia, que se ubica erguida en el Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, adorna con su majestuosidad una de las glorietas, es obra de su padre, un arquitecto de renombre que además, compartió sus conocimientos en las aulas de la Academia de San Carlos.

María Antonieta creció en un ambiente de opulencia. Tenía mucho apego con su padre, no así con su madre. Desde niña aprendió a hablar inglés, francés, a tocar el piano y a bailar, en medio del estallido de la Revolución Mexicana. En su adolescencia conoció a Albert Blair, con quien contrajo nupcias a los 18 años de edad y procreó un vástago. Poco tiempo duró ese matrimonio, a su separación llevó consigo a su hijo.

Dedicó su vida al arte, a la cultura, al apoyo social, se proclamó por los derechos de las mujeres y también luchó por sus convicciones políticas y sociales.

Diego Rivera, alumno de su padre, tuvo contacto con ella. Largas charlas de café, de temas políticos y sociales, sin soslayar el arte. Lugares emblemáticos de la ciudad de México como es el centro histórico, Coyoacán… enmarcaban sus entrevistas.

También Manuel Rodríguez Lozano, ex esposo de Carmen Mondragón, conocida como Nahui Ollin, fue su amigo y consejero, muy cercano. Con él compartía sus más caros pensamientos y ayudaba a las causas culturales, en la promoción del arte mexicano.

Rivas Mercado participó activamente en la campaña presidencial de José Vasconcelos, otro personaje que ha llamado poderosamente mi atención, con relación a los temas educativos. Compartían sueños orientados hacia un mejor país, con ideas frescas, con la utopía de la raza cósmica. Fue tan estrecha su relación, que detonó situaciones sentimentales. Sus encuentros eróticos y clandestinos denotaban la entrega total de la pareja.

La catedral de Notre Dame, en París, le dio el último adiós, cuando por sus propias manos, María Antonieta, se quitó la vida.

La sensible historia de Rivas Mercado, deja un legado importante y es ejemplo a seguir en cuanto al poder femenino. Ella fue una mujer intensa, que utilizó su riqueza material en una causa que ella calificó de valiosa. Su esfuerzo y su trabajo daban cauce a los ideales de un México mejor.

Adentrarse en la vida de María Antonieta Rivas Mercado, es sinónimo de penetrar en la historia de México de principios del siglo XX.  Entrañables relatos me sorprendieron con la lectura de “A la sombra del ángel”… Recomendadísimo.