Irma Barquet Marga llegó un poco después de mí a ese lugar en donde se da el último adiós a aquellas personas que parten… Ya había tenido el gusto de conocerla en otra situación, en otro contexto, así que fue fácil para las dos entablar una conversación. Recuerdo bien su apariencia, los detalles que cuidó para su arreglo personal en aquella mañana, casi rayando el medio día. Llevaba puesto un traje sastre y unas botas que, para mi gusto, le daban un toque juvenil a su atuendo. El maquillaje era sencillo. Portaba accesorios que combinaban con su vestimenta y su personalidad. Comentamos cosas relativas al evento. Algunas de ellas con un dejo de tristeza que a ambas afectaban. Conforme avanzaba el tiempo, nos adentrábamos más en la conversación: “Fue una noche en la que me sentía sumamente cansada. Estaba perfectamente predispuesta para dejarme caer rendida al descanso después de la larga jornada, para recuperarme y continuar al día siguiente”, me dijo. Marga se